Tensiones pilarísticas

Avanza el montaje del denominado Espacio Zity en Valdespartera.
Avanza el montaje del denominado Espacio Zity en Valdespartera.
Toni Galán

Las fiestas del Pilar se alimentan de dos dialécticas principales.

Por un lado, la que enfrenta la pulsión rural, muy presente aunque pasen las generaciones y no sean ya tantos los que nacieron en un pueblo, con otra urbanita que espera de una ciudad que ronda los 700.000 habitantes una programación cultural del mayor nivel en sus días grandes. Dibujando esta disyunción con trazos gruesos, las vaquillas, las charangas o la cena en la peña, frente a los mejores conciertos, funciones teatrales y exposiciones del año.

La otra tensión es la del centro y los barrios. Estos tienen sus propias fiestas de verano, y algunas muy animadas, pero el Ayuntamiento lleva lustros emperrado en alejar del corazón de Zaragoza toda la programación posible en el Pilar (excepto los ritos intocables). 

Es un mantra, el de la descentralización, recitado por partidos políticos de todo signo, que ha dado lugar a engendros como esa gran preinstalación municipal junto al lago Penélope Cruz que se pone en manos privadas y mueve multitudes en las noches hacia el extrarradio, apagando el Casco, allí de donde es la celebración y donde se acomodaba sin artificios.

El programa presentado ayer es continuista y mantiene los equilibrios existentes entre unas y otras formas de entender las fiestas. Estas de 2022 van a ser las primeras, y también las últimas, que vivirá con todas las letras este equipo de gobierno municipal, por él decididas y llevadas a cabo sin las cortapisas sanitarias de la covid. Los cambios, y sus riesgos, quedarán, en todo caso, para otras legislaturas. O para otros.

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