Huida hacia delante

Vladímir Putin está perdiendo la guerra en Ucrania. La prueba más clara la ha dado él mismo al ordenar la movilización de 300.000 reservistas para contener el avance las tropas del presidente Zelenski. El inquilino del Kremlin, que acusa a Occidente de querer «destruir» su país a pesar de que fue él quien invadió el país vecino el 24 de febrero, ha acompañado su anuncio con una nueva amenaza de utilizar su arsenal nuclear. El presidente ruso continúa así su arriesgada huida hacia delante sin querer asumir las carencias de su ejército, además del creciente rechazo internacional, no ya solo del bloque occidental sino también de los más poderosos de sus teóricos aliados, China, la India y Turquía.

Con la renuncia a tomar Kiev poco después de lanzar una invasión tan sangrienta como ilegal, Putin ya admitió en abril el fracaso de su plan: una guerra relámpago que hiciera colapsar al gobierno y ejército ucraniano en tres días. Así las cosas, fijó un objetivo más asequible: dividir el país a lo largo del río Dniéper y crear un Estado tapón entre su dictadura y una Ucrania neutral. Una vez más, subestimó la capacidad de los invadidos, que cuentan con la inestimable ayuda de EE. UU. y varios países europeos. El resultado es que las tropas rusas se han visto desbordadas y han tenido que retirarse de territorios en los que Moscú pretendía hacerse fuerte.

Siete meses después de iniciada la guerra y tras sufrir inesperados reveses a manos de las motivadas tropas ucranianas, el líder ruso ha decretado una medida muy impopular entre sus conciudadanos. De hecho, anoche ya se registraron protestas en las calles y cientos de manifestantes fueron detenidos. Putin ha subestimado completamente la situación desde el principio, tanto la voluntad de resistencia de los ucranianos como la unidad de los países occidentales en defensa de Kiev y los valores democráticos.