Cuento de otoño

Cuento de otoño
Cuento de otoño
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Cuando se despertó, el funeral de Isabel II aún no había terminado. 

España había vuelto a ganar un Europeo de baloncesto, liderada por Lorenzo, que no habla español pero sabe jugar a la pocha y es buenísimo. La liga de fútbol profesional femenina había empezado sin broncas, con apoyo y visibilidad, con récord de audiencia televisiva, con sueldos dignos para árbitras y jugadoras. Llovía y llovía, hasta volver a llenar embalses y acuíferos. A Putin le había entrado de repente el sentido común, se había sentado en una mesa a negociar con Zelenski y representantes de la comunidad internacional. Hay quien dice que incluso se le había oído musitar un ‘perdón’. Ya habían pasado las elecciones municipales, autonómicas y las generales. Reinaba la paz política y los políticos podían dedicarse a solucionar los problemas ciudadanos y no a tirarse los trastos a la cabeza. La gasolina y los tomates volvían a tener precios normales. Se celebraba, como cada año por estas fechas, el Día Mundial Sin Coches. El alcalde aprobaba la rebaja generalizada de los abonos de transporte, la construcción inmediata de la segunda línea del tranvía y decenas de carriles bici. Borja Iglesias volvía a la Romareda, marcaba un golazo para España y luego se enfundaba la camiseta del Real Zaragoza para, este año sí, subir a Primera. Y, justo antes de abrir el ojo, le llegó un aroma a chocolate y hojaldre. La dueña de Soconusco anunciaba en las redes sociales que la noticia que se había difundido hace unos días había sido una broma de mal gusto o un malentendido, que no cerraba la pastelería.

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