Por
  • Julio José Ordovás

El gallego enamorado

El escritor y periodista de HERALDO Antón Castro.
El gallego enamorado
Guillermo Mestre

Aunque tenga alma de marinero, como Serrat, y su religión le impida comer longaniza de Graus, jamón de Teruel y ternasco de los Monegros, Antón Castro conoce Aragón y ama a esta tierra y a sus gentes casi tanto como Pepe Melero. 

Hablando de amor, fue precisamente Cupido quien le sacó de las brumas gallegas y le trajo hasta Zaragoza, concretamente a la calle Pabostría, esa calle tan hermosa como espectral que rodea a La Seo. Pasados los años, Antón le dedicaría a esta ciudad, en la que tanto ha amado y a la que tanto ha querido, uno de sus libros menos conocidos pero más inspirados: 'Los sitios de la Zaragoza inadvertida', con maravillosas fotografías de Andrés Ferrer.

Antón vive, entre maizales, en Garrapinillos, uno de esos pueblos de nombre horrible que abundan en nuestra provincia, en una casa con más libros que ladrillos, pero a Antón es habitual verlo por el centro de Zaragoza, dirigiéndose a toda prisa a alguna exposición, o entrevistando a algún artista local o a alguna “celebrity” que viene a promocionarse en provincias, o fumándose, de gorra y a escondidas, un cigarrillo en la calle Inocencio Jiménez, detrás de Heraldo.

Antón tiene la mirada tierna y un poco pícara, habla siempre dulce y gesticula como un mago. Creo, aunque es probable que mi memoria me engañe, que fue en la presentación de 'El paseo en bicicleta', hace ya unos cuantos años, cuando Miguel Mena solicitó públicamente que se nombrara a Antón hijo adoptivo de Zaragoza. Los leones del Puente de Piedra han rugido de contento ante la noticia de que nuestra heroica ciudad por fin le ha otorgado una distinción tan merecida a este gallego enamorado.   

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