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Cartas al director de HERALDO: Pacientes y pandemias

Virus covid
Pacientes y pandemias
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Pacientes y pandemias

Las aguas de Sanidad están revueltas porque los médicos se niegan a que los enfermeros firmen recetas. 

Hablan los médicos de intrusismo profesional. Que los enfermeros descarguen de trabajo a los médicos no es un hecho que les convenza. Al paciente lo que le importa es tener disponible en su tarjeta sanitaria los medicamentos que necesita para combatir sus enfermedades y que no tenga que esperar una semana a que le actualicen la caducidad de las recetas. Hay que armarse de paciencia para pedir cita en atención primaria, ya sea para un médico o una enfermera. Hemos pasado de ver las salas de espera en los ambulatorios llenas de pacientes a encontrarlas vacías cuando se consigue acudir a una cita, hemos pasado de acudir al médico o a la enfermera por capricho a no ser atendidos puntualmente y tener que acudir al servicio de urgencias. Este cambio ha venido a partir de una mayor necesidad de recibir atención por la pandemia de la covid, que coincidió con la gripe común, y ahora con la gripe del tomate y la viruela del mono. Después de tres dosis de vacuna contra la covid-19 nos anuncian una cuarta en otoño. En este caso, a la tercera no va la vencida, sino a la cuarta. Esto es como una ruleta, ¿cuál de las cuatro pandemias nos tocará sufrir? Los síntomas de una y otras son parecidos. Dolor de garganta y cabeza, tos, secreción nasal, fatiga, dolor muscular, pérdida de gusto y olfato en el caso de la covid. Fatiga, dolor corporal, náuseas, vómitos, diarreas o deshidratación en la fiebre del tomate. Fiebre, dolor de cabeza, inflamación de los ganglios linfáticos, dolor lumbar, dolores musculares y lesiones aparatosas en la piel en la viruela del mono. Dolor de cabeza, fiebre, malestar general, dolores musculares y articulares generalizados, tos, dolor de garganta y destilación nasal en la gripe común.

Antonio Nadal Pería. Zaragoza

Cuando un bosque se quema

Fue hace ya muchos años, quizá 60, que en España un Gobierno lanzó una campaña de prevención de incendios con el eslogan: ‘Cuando un bosque se quema, algo suyo se quema’. Una revista humorística de la época hizo la siguiente réplica: ‘Cuando un bosque se quema, algo suyo se quema, señor marqués’. El humor de aquella época, referido en este caso a los incendios, estaba basado más en la crítica políticosocial que en el hecho real de los incendios, que a nadie nos hacía la menor gracia y que se debían más a accidentes, por supuesto evitables, que a la acción de los pirómanos, cuya presencia y protagonismo son hoy tan notorios. Causan pavor las estadísticas de los incendios provocados por gente descerebrada, con fines nada claros, que quizá ni ellos sepan. En el verano tan atípico de este año, viviendo los últimos coletazos de una terrible pandemia, a las altas temperaturas, la sequía, los daños irreparables de las tormentas y temporales, se suman los terribles incendios tan generalizados por España, Portugal y Europa en general. Posiblemente hoy al ‘señor marqués’ de ‘La Codorniz’ le habrá afectado el fuego en alguno de sus latifundios, pero he visto en los telediarios a muchos ciudadanos de a pie salir desalojados de sus casas con lo puesto y el pánico reflejado en sus rostros, viendo cómo las llamas rondaban los muros de su pueblo y a muchos valientes jugándose la vida cumpliendo con su profesión o simplemente porque su conciencia ciudadana era infinitamente superior que la del pirómano miserable que provocó el incendio. Si buscáramos más culpables, todos en mayor o menor medida podemos hacer algo más por evitarlos, porque en ello está nuestra supervivencia y la del planeta. A las pérdidas materiales que conllevan los incendios, hay que añadir la contaminación medioambiental. Según el Servicio de Vigilancia de la Atmósfera Copernicus, las cerca de 600.000 hectáreas de superficie quemadas en Europa han emitido a la atmósfera un total de 6,4 megatoneladas de carbono. En el libro ‘El verano del incendio’, Rosa Huertas pretende concienciar sobre los cambios que estamos sufriendo en el planeta y nos invita a tomar medidas para paliarlos. No entiendo a quienes eximen a la humanidad de las graves consecuencias que nos trae el tan debatido cambio climático y menos a los ‘quietistas’ que dicen que poco podemos hacer ante una naturaleza que se nos rebela. Pero, ahí están los hechos y si no los evitamos en la medida de lo posible, ¿qué futuro le espera a la Tierra?

Agustín Gimeno Villarig. Zaragoza

Alcaraz, enorme ejemplo deportivo

Escribo esta carta a las 2 de la mañana del lunes 12 de septiembre, nada más acabar la final del US Open, uno de los más importantes torneos del Grand Slam de tenis, con la emoción a flor de piel por esta gran victoria de nuestro compatriota de tan solo 19 años. Carlos Alcaraz es ya un ejemplo donde fijarse para todos los niños y jóvenes que practican deporte, sea el que sea, en nuestro país. Ha conseguido ser el deportista más joven en ganar este torneo y proclamarse, a la vez, número 1 del mundo. Ha debido salvar en cuartos y semifinal dos partidos muy complicados, con una duración de más de cinco horas cada uno y sin apenas tiempo de recuperación. Pero estos deportistas están hechos de otra pasta, están tocados por una varita mágica y son casi extraterrestres. Un nuevo Nadal, su ídolo, que con toda seguridad nos va a dar muchas alegrías en un futuro que ya es presente. Termino recordando sus propias palabras: «De pequeño soñaba con ser el número uno», bueno, pues a veces los sueños se cumplen, incluso antes de lo esperado, pero, eso sí, no sin trabajo, humildad y esfuerzo, rodeado de un equipo del que te fías y que confía en ti. Gracias, Carlos, hoy me voy a dormir muy feliz.

Luis Solanas Cebolla. Zaragoza

Diez días de luto

El pasado 8 de septiembre falleció en el castillo de Balmoral la reina de Reino Unido, Isabel II. Desde que se hizo público su fallecimiento, las redes han sido un goteo constante de discusiones, críticas y alabanzas al reinado de Isabel II. Si establecemos una comparativa entre Isabel II y Juan Carlos I, que, por cierto, eran primos lejanos, al descender de Victoria de Inglaterra, ¿cabría pensar que, si falleciese el rey emérito, se declarasen diez días de luto? Mi respuesta es clara y contundente: no; habría sectores políticos, incluso doctrinas, que lo prohibirían. La curiosidad va más allá, pues en Inglaterra, sean lores o comunes, se le tiene adoración a la Reina. En España, sucede al contrario, sean conservadores o progresistas, existen en ambos grupos sectores que aceptan o repudian al emérito (con razón, o sin ella). Es entendible, por supuesto, somos libres de pensar lo que queramos. En cualquier caso, guste o no, es el sistema que algunos países siguen y, en nuestro caso, la cuestión monárquica aparece regulada en el Título II de nuestra Carta Magna, la Constitución.

Alejandro Garijo. Zaragoza

Las cartas al director no deben exceder de 20 líneas (1.500 caracteres) y han de incluir la identificación completa del autor (nombre, apellidos, DNI, dirección y teléfono). HERALDO se reserva el derecho de extractarlas y publicarlas debidamente firmadas.

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