Por
  • José María Serrano Sanz

M. Gracia Albacar

M. Gracia Albacar
M. Gracia Albacar
Pixabay

He releído este verano las ‘Memorias’ de un zaragozano, de Mariano Gracia Albacar, que relatan con mimo y detalle la vida en nuestra ciudad a mediados del siglo diecinueve.

Fueron publicadas por entregas en HERALDO DE ARAGÓN a comienzos del veinte, en vida del autor. A mediados de los cincuenta del pasado siglo las rescató La Cadiera y las publicó en diez de sus cuidados y preciados libritos y más recientemente las ha reeditado la Institución Fernando el Católico en otra primorosa edición.

Están llenas de historias, de personajes y paisajes de la Zaragoza de aquel tiempo, contadas con gracia y una mirada a su alrededor curiosa e inteligente, pero siempre bondadosa. Es la vida de la ciudad antes del ferrocarril, con muchos barcos de carga que surcaban el Ebro y hasta un barco de pasajeros que iba por el Canal Imperial varias veces por semana hasta El Brocal. Se describe la cincomarzada o las visitas a la ciudad de Espartero e Isabel II, pero también la vida cotidiana en las casas, las tiendas y las tabernas. Nos cuenta la rivalidad y las riñas infantiles entre los de la parroquia del Gancho y la del Gallo, con el mismo detalle que los levantamientos políticos. Se ve el crecimiento de la ciudad hacia el Salón de Santa Engracia, mientras desfilan personajes como Juan Bruil o Jerónimo Borao. En fin, deliciosas. Uno solo lamenta que no tuviera tiempo de escribir más. Nadie que ame esta ciudad debería dejar de leerlas. 

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