Balneario de Panticosa

Balneario de Panticosa
Balneario de Panticosa
F. P.

Uno de los lugares más hermosos y especiales que conozco es el balneario de Panticosa.

Tengo esa sensación desde la primera vez que lo visité. Fue una excursión siendo niño con mis padres, mi hermana y mis tíos. Nosotros subimos con el R8. La carretera no era de lo mejor, pero bastante más transitable que la pista por la que íbamos a Caldearenas para estar con ‘os yayos’. Aquellas curvas y aquel paisaje eran impresionantes. Pese a la poca distancia, visto con los patrones actuales, estaba lejos. Llevaba tiempo subir. Como bajar a Huesca por Monrepós, una odisea, un mareo infinito para quienes no soportaban las vueltas y revueltas. Llegar a Zaragoza, otra aventura de horas, ¡incluso el Canfranero era más rápido!

El balneario de Panticosa reúne la belleza de la naturaleza, en un pareja único, con la historia, el turismo con la salud

Han sido muchas las décadas hasta que el archipiélago de valles del Pirineo se ha conectado. Ahora es otro nivel, aunque todavía sigue sin ‘capilarizarse’ el territorio. No obstante, la movilidad se ha multiplicado. Esto ha transformado la vida de la montaña y de los montañeses. Antes era otro cantar, los viajes eran asuntos serios. Por eso, que el Balneario estuviese lleno de gente, que vinieran de las capitales, sorprendía más. Como también llamaban la atención los edificios, el agua, los árboles, la atmósfera que ahí se respiraba. Era y sigue siendo un entorno privilegiado.

Aquellos edificios decimonónicos daban al balneario de Panticosa un encanto de película. Parecía que en cualquier momento volveríamos al siglo XIX. Mientras se cuidó el entorno y el termalismo estuvo de moda, la vida bullía por aquel paraje con ese glamur de otros tiempos. Guardo en mi memoria otros recuerdos que vinieron después de esa primera visita. Desde meriendas familiares en la pradera a cantar en el teatro del Casino con el Orfeón Serrablés; o la contrarreloj de la Vuelta a España con nevada incluida; y subir a mi hermana para tocar el piano mientras los comensales del restaurante del hotel Continental almorzaban o unas cuantas caminatas viniendo de Bujaruelo, de Respomuso, con el reto pendiente de llegar al refugio de Wallon. Bastantes años después, en el 2000, pasé una semana, cuando organizamos la II Conferencia Internacional en Sociocibernética. Se presentaron comunicaciones de investigadores de dieciocho países distintos, incluidos Australia, México, Canadá, Rusia y Estados Unidos. Fueron días intensos donde, después de las reuniones de trabajo, quien quería aprovechaba las aguas termales.

Ahora aquello es historia. Son recuerdos sedimentados junto a los cambios posteriores, donde me costó entender –como a muchos– aquel proyecto de ‘rehabilitación’ integral que impulsó el grupo Nozar. ¡La de escombros y hormigón que se movieron! Todavía quedan a la entrada los restos del ‘parking’ que no llegó a ser. Guardan algo de melancolía que, en cierta forma, sirve para volver a soñar. Este verano he podido comprobar la vitalidad que tiene el Balneario.

Y hasta se pueden sentir allí los pulsos geomagnéticos del planeta. Es un tesoro que tenemos que conservar y potenciar

La dirección actual, con Jesús González al frente, ha sido capaz de remontar las complicaciones de los últimos tiempos. Es algo más que sólo mantener lo que se tenía, ha ido más allá. Se percibe un esfuerzo enorme y una buena gestión que van permeando ese lugar tan singular. Se intuye que el sueño de principios de milenio se ha reconducido con saber hacer, pese a las dificultades. Este agosto lo vimos ‘in situ’. El aparcamiento estaba a rebosar. Las autocaravanas y los coches se extendían a cientos. Los montañeros y escaladores se mezclaban con otros urbanitas. Muchos visitantes. No sé cuántos estarían ahí alojados. Desde luego, apetecía quedarse y notar la fuerza de la Tierra, los pulsos geomagnéticos que ahí se sienten de forma tan especial. El lugar está lleno de vida. Siempre hay cosas que se pueden hacer mejor, pero el mero hecho de resistir y seguir existiendo, siendo fuente de salud, merece el elogio.

El balneario de Panticosa, los balnearios de nuestro país, de Aragón, son un activo de salud. Son algo más que hoteles e instalaciones para gestionar las aguas termales. En la medida que seamos conscientes de las posibilidades que tiene la ‘salud por el agua’ iremos comprobando cómo las propias aguas mineromedicinales son un bien público a potenciar. Hay mucho camino por hacer.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión