Por
  • Gaspar Mairal Buil

¿Riesgo o peligro?

la localidad de Moros tras el incendio forestal.
la localidad de Moros tras el incendio forestal.
Oliver Duch

En las últimas crisis que hemos sufrido en España, derivadas de catástrofes naturales, accidentes catastróficos o pandemias, hemos podido comprobar lo importante, incluso decisivo, que es el modo cómo, a través de un lenguaje tanto general como especializado, se evalúan estos episodios críticos. 

La sucesión terrible de incendios forestales que está asolando la geografía española me ha suscitado esta reflexión que deriva del estudio durante años del concepto de riesgo y de su evolución histórica. Es bien cierto que para evaluar una amenaza colectiva se emplean conceptos que se van difundiendo conforme dicha amenaza se aproxima en el espacio y en el tiempo, y que los medios de comunicación los trasmiten a la población usando un lenguaje específico. En mi opinión y atendiendo a lo que ha venido sucediendo en España, por lo menos desde que comenzó el siglo, son dos los términos que han predominado y que han creado equívocos, que a menudo han resultado muy perjudiciales en relación a una buena gestión de estas crisis. Se trata del riesgo y el peligro, que incluso en nuestro lenguaje habitual se usan muy a menudo de forma indistinta, siendo como son cosas distintas, aunque, eso sí, muy relacionadas.

El riesgo es un concepto creado tanto a través del lenguaje como del cálculo matemático, para expresar la probabilidad de que algo que todavía no ha sucedido pueda suceder. Un volcán activo es un riesgo para la población que habita en su entorno, pero su erupción pasa a ser un peligro. A comienzos de este verano las altas temperaturas y la sequía ya entrañaban un riesgo de incendio para nuestros bosques y además alto en su probabilidad de ocurrir. Los incendios fueron, desde que comenzaron a producirse, un peligro para las poblaciones afectadas y los equipos que participaban en su extinción. Así el riesgo no existe ni en la naturaleza ni en las personas, sino que se trata más bien de una idea, que el pensamiento experto en diversas ramas de la ciencia y la cultura ha convertido en un concepto que puede ser narrado o calculado. El peligro es, sin embargo, una propiedad de la naturaleza o de las personas y existe como tal en ellas. La lava, las llamas, un virus o un producto tóxico, por ejemplo, son en sí mimos peligrosos y su proximidad o contacto los hace letales. A partir de aquí podemos constatar que el riesgo posee una temporalidad, es decir, un tiempo en el que se puede actuar para neutralizar o mitigar una amenaza, que bien puede ser un peligro. Ahora bien, el peligro cuando se cierne como una amenaza carece de temporalidad o esta es muy limitada y no permite prevenir, por el contrario, lo que exige es actuar para combatirlo. Esta cuestión no es solamente lingüística o conceptual, pues la confusión entre ambas cosas ha tenido en alguna ocasión efectos muy perniciosos.

El accidente del petrolero ‘Prestige’ es un ejemplo paradigmático. Desde que dicho petrolero se accidentó el 13 de noviembre de 2002 frente a la costa gallega, era un peligro puesto que ya derramaba un producto tóxico: los miles de toneladas de fuel que transportaba en sus tanques. Las autoridades de entonces impidieron que el barco fuera remolcado a un puerto seguro para trasvasar la carga y dieron orden de alejamiento, pensado que más al sur, a bastante distancia de la costa y en aguas más tranquilas, su carga mortífera podría ser trasvasada. No fue así y todos conocemos bien las consecuencias del hundimiento del ‘Prestige’ tras nueve días de travesía con posterioridad al accidente. En este caso el tratamiento que dieron las autoridades a esta crisis fue de riesgo cuando era realmente de peligro. Al hacer esto asumieron que había un tiempo disponible para realizar operaciones en alta mar que permitirían prevenir la amenaza para la costa que suponía la carga de este petrolero.

En 2020 cuando ya se había alertado de los primeros casos en Italia de covid-19 y se sabía que este virus era muy contagioso, el portavoz oficial de la sanidad española afirmó que en España como mucho habría algunos casos. También a lo largo de estas primeras semanas de pandemia autoridades y expertos repitieron hasta la saciedad la frase: «más muertes produce cada año la gripe estacional». De esta manera, desde el momento en que la covid-19 comenzó su rápida expansión en Italia, un país tan próximo y tan vinculado a España, lo que se presentaba era una situación de peligro, que es algo muy distinto al riesgo. También en este caso se pensó que había tiempo para prevenir la llegada del virus a nuestro país con algunas medidas y a la vez se evitó aplicar otras más drásticas. De nuevo se evaluó la situación con la temporalidad de un riesgo y no con la inmediatez espacio-temporal de un peligro.

Lógicamente hay que preguntarse por qué sucede esto y desde mi punto de vista la explicación es sobre todo política. No me cabe duda de que las evaluaciones de los científicos y expertos que asesoran a las autoridades suelen estar mediatizadas, en mayor o menor medida, por los intereses de los gobernantes de cada momento y por eso en términos políticos es mucho más tratable el riesgo que el peligro. Así, trasladar el ‘Prestige’ a un lugar seguro en la costa gallega hubiera sido una decisión impopular con un alto coste electoral, dada la sensibilidad de los gallegos por los accidentes previos de petroleros en sus costas. También en el caso de la covid-19 las decisiones de cerrar aeropuertos, suspender el tráfico terrestre y marítimo u otras medidas de aislamiento más duras, que luego sí se tomaron, asustaban sin duda a las autoridades al suponer, seguramente con razón, que serían tremendamente impopulares.

En el caso de los incendios forestales de este verano sí hemos asistido a actuaciones rápidas, seguramente porque el incendio forestal es una catástrofe recurrente y ya se posee mucha experiencia para combatirlo, pero me ha llamado la atención, al seguir la información de estos sucesos, la confusión entre lo que es riesgo y lo que es peligro con la que se expresan frecuentemente políticos, informadores, afectados e incluso algún experto.

Gaspar Mairal Buil es catedrático de Antropología Social

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