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Cartas: Llega la época de convivir con los robots

Un niño observa el interior de los nuevos robots de reparto a domicilio.
Un niño observa el interior de los nuevos robots de reparto a domicilio.
Guillermo Mestre

Leo en HERALDO que Zaragoza probará robots autónomos para el reparto a domicilio. También, que hay un robot camarero en la ciudad. Hasta ahora las máquinas han sido el motor del progreso que ha estado detrás del desarrollo industrial. Pero quizás ha empezado una época en la que robots y humanos disfrutemos de espacios y tiempos comunes. Estos nuevos robots van a convivir y compartir la ciudad con los zaragozanos. Respetarán las normas, las leyes, y circularán con los mismos derechos que los ciudadanos. Seguro que mejorarán las actitudes cívicas, pues su existencia se basa en el cumplimiento de todas las normas. También ellos serán respetados. Caminaremos juntos por las calles en igualdad de condiciones. Somos complementarios y debemos aprovechar sus ventajas. Nos detendrá el mismo semáforo y el guardia dará las instrucciones a robots y personas. Cruzaremos juntos el paso de peatones y, a veces, nos cederemos el paso. Sería emocionante que al menos pronunciasen dos palabras: ‘por favor’ y ‘gracias’. La base de los vehículos autónomos es la inteligencia artificial (IA). No reemplazará al hombre, sino que complementará las capacidades humanas con la capacidad incomparable de la IA. Comienza el futuro de los vehículos sin conductor. Pronto, mi coche me esperará y se acercará a mí. Ha leído mi deseo de ir a casa u otro lugar a través de un pequeño implante de comunicación cerebral, o de sensores bajo la piel o en una pulsera específica. Conoce mis preferencias musicales y la temperatura, que ajusta sin que yo tenga que apretar ningún botón. Me dirá el tiempo que va a hacer y elegirá el mejor itinerario. Los coches sin conductor medirán su potencia en función de la IA que tengan.

Jesús Añaños Vinué

Zaragoza

Más sobre Simón Bolívar

Como complemento al magnífico artículo del profesor Guillermo Fatás sobre la figura de Bolívar, voy a añadir unos datos. Simón Bolívar no solo nació en el seno de una acomodada familia española, sino que fue enviado a Madrid en 1801 para completar su educación. Allí se casó con una jovencita de alta alcurnia, María Teresa del Toro, con la que volvió a Venezuela en 1803. Al poco, su esposa falleció. El sólido legado que España dejó en América se desbarató en el desastroso proceso de independencia, que culminó con la desmembración en una multitud de naciones convertidas en Estados débiles o fallidos. Y estas naciones estuvieron en guerra entre sí durante el siglo XIX y parte del XX. Detrás de este desolador proceso estaba la mano de Inglaterra, que no perdonó nunca el determinante papel que España jugó en la independencia de las trece colonias que serían el germen de Estados Unidos, aparte de que entre los siglos XVI y XVIII los británicos intentaron, sin éxito, destruir el imperio español. Luego tomaría el relevo EE. UU. con su cínico ‘América para los americanos’, es decir, para ellos. ¿Por qué no sucedió este proceso disgregador con el Brasil? Porque era colonia portuguesa, y la inquina británica iba exclusivamente contra España. Los anglosajones se sirvieron de títeres como Bolívar. Algunos pretenden hacerle pasar como el Libertador de las Américas, pero él mismo reconoció que "había arado en el mar". Recomiendo la lectura del libro ‘El general en su laberinto’, de Gabriel García Márquez, donde describe los últimos y amargos meses de Bolívar y recoge frases como: "Bueno, mi general, ya tenemos la independencia. Ahora díganos qué hacemos con ella". Como dice el profesor Fatás, murió solo y despreciado por los suyos. En varios sitios de España hay estatuas dedicadas a Bolívar. A mí me parece que lo más coherente sería retirarlas. Y no estaría de más recordar a los gobernantes hispanoamericanos que culpan de todos sus males a España que ya llevan doscientos años de independencia: tiempo sobrado para poner en orden sus asuntos.

Francisco Javier Motis Dolader 

Zaragoza

Unos días de playa

La gente no tiene conciencia del peligro que supone entrar en el mar con bandera roja. Encima, se comporta irrespetuosamente con las personas que velan por ellos. Los socorristas de las playas, los que andan por ellas o vigilan desde las postas, los que van en motos acuáticas oteando a quienes se alejan de la costa; todos ellos hacen muy bien su trabajo. Y es nuestra responsabilidad acatar las normas. Estamos en la playa, vemos bandera roja, nos avisan por megafonía y además los socorristas entran en la mar para llamar nuestra atención; aun con todo eso, somos capaces de discutir con ellos. Si lo hacen, no es cuestión de ponernos a la defensiva e increpar su llamada se atención; lo hacen porque el estar ahí en esos momentos implica un peligro para los bañistas. No pongamos en entredicho su labor, velan por nuestra seguridad. Luego, quizás lamentemos no haberles hecho caso. Un poco de cabeza y sentido común. Volvamos felices y con buen sabor de boca de nuestras tan deseadas vacaciones de verano.

Nuria Marruedo López

Zaragoza

Los informes de Amnistía Internacional

Una lamentable costumbre en la historia de la humanidad es matar al mensajero cuando su mensaje no nos gusta o queremos evitar que se conozca. Y es lo que ahora estamos presenciando ante el acoso a Amnistía Internacional (AI) con artículos en diversos diarios, como HERALDO (Juan Carlos Viloria, ‘ONG bajo sospecha’, 19 de agosto, pág. 18). Aclaro que no soy socia ni donante de AI, pero como persona interesada en conocer lo que sucede en nuestro mundo, más allá de las versiones oficiales, leo los informes de AI y constato que su preocupación por denunciar los abusos del poder contra los derechos humanos recorre países diversos y difíciles de encuadrar en una línea política concreta. Desde países musulmanes a países laicos; desde regímenes autoritarios hasta democracias; desde conflictos enquistados en países lejanos hasta las guerras cercanas. En esas situaciones AI rehuye la simplista posición de dividir el mundo en enemigos y amigos y atribuir todas las maldades imaginables a los primeros y abandonar cualquier atisbo de crítica a los segundos. Por ello el trabajo de AI me parece indispensable, su independencia le concede la libertad de decir claramente aquello que va en contra de las vidas humanas en cualquier lugar. Pertenezco a una ONGD y compruebo que los informes de AI son acogidos, en los países en los que colaboramos, positivamente por su rigor, claridad y libertad al dar voz a las personas indefensas. Negar la posibilidad de críticas fundamentadas solo aumenta la crispación, dificulta la posible solución de los conflictos y deja indefensas a las víctimas de los abusos.

Concha Martínez Latre

Zaragoza

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