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Cartas: La decadencia de la calle Delicias

Inauguración, en junio de 1990, de la peatonalización de la calle Delicias de Zaragoza.
Inauguración, en junio de 1990, de la peatonalización de la calle Delicias de Zaragoza.
Ángel de Castro / HERALDO

Siento pena y tristeza cada vez que recorro el kilómetro que supone la calle Delicias de Zaragoza. 

He leído el nuevo proyecto de mejora que se ha planificado para llevar a cabo el cambio de imagen y potenciar una arteria importante de nuestra ciudad. Me pregunto si quienes diseñan y deciden todos estos cambios se han dado un paseo por el barrio, reteniendo en su retina todo lo que se observa. Una calle tan importante y llena de vida se ha convertido en el Bronx de Zaragoza. Cada dos por tres, se presenta la Policía por los numerosos altercados que se suceden. Peleas entre ciudadanos, gritos, broncas, y no importa raza ni color. Que nadie se piense que hablamos de racismo. Conciliar el sueño es algo cada día más difícil debido a las voces a un alto nivel que se prodigan a diario, sobre todo por la noche. Basura por doquier es lo normal. He de certificar que el servicio de limpieza hace su trabajo diariamente, pero la falta de civismo y educación existente entre los adultos que por allí se encuentran es inadmisible. Si un padre no es capaz de cumplir con las normas de convivencia que a todos nos gustan, ¿qué vamos a esperar de sus hijos? Sabemos que son nuestros reflejos. Si por casualidad se me ocurre increpar a algún adolescente que circula con su patín a lo loco, solo recibo insultos y palabras malsonantes. Por desgracia, los comercios de la calle van cerrando, y no se recuperan. Recuerdo venir de jovencita con mi madre a comprar. Lo mejor de lo mejor se encontraba en esta calle. Por favor, ya basta de polémicas en torno a Delicias. Primero deberíamos sanear lo que tenemos, en todos los sentidos, y después sumergirnos en nuevos proyectos que llenen de vida y color nuestro barrio.

Josefina Palos Bernad

ZARAGOZA

Debo de ser una excepción

Al contrario de lo que ha pasado mucha gente, fui al colegio de las monjas de mi pueblo durante unos años y nunca me impusieron nada por la fuerza ni me castigaron ni me obligaron a participar en actividades religiosas. Ya en Zaragoza fui a un colegio no religioso y allí me animaban a esforzarme y trabajar; me mandaban deberes para casa, pasé las reválidas de cuarto y sexto de bachillerato y el preuniversitario y no padecí ningún trauma por ello. No sufrí ‘bullying’, agresiones ni amenazas, no necesité profesor de apoyo ni orientador ni psicopedagogo. Además, guardo buen recuerdo de mis profesores, sobre todo de los que más me exigían, especialmente el de Lengua y Literatura, que no admitía ni una falta de ortografía. Al final logré mis objetivos sin problemas, remordimientos, complejos ni traumas, tan corrientes en estos tiempos. Por cierto, la memorización, así como el aprendizaje del latín y la filosofía me resultaron muy útiles a lo largo de mi vida profesional. No obstante, estos hechos pueden coincidir con los de la mayor parte de mis compañeros de aquella época, o puede que yo sea una excepción.

Jesús Fleta Zaragozano

ZARAGOZA

¿Rodalies o cercanías?

Recién llegado de una semana de vacaciones fuera de España, me encuentro con quien vela para que los españoles salgamos indemnes de cualquier amenaza que venga a trastocar la felicidad que merecemos por haber nacido aquí. Enciendo la radio y mi amado presidente me anuncia que a partir de septiembre y hasta el 31 de diciembre se podrán obtener bonos descuento de viaje en Renfe, «tanto para largas distancias como para ‘rodalies’» (sic). Con un par. Es sabido que cuando decimos ‘rodalies’ estamos hablando de cercanías, vamos, Zaragoza-Casetas, la única que me suena. Posiblemente mi amado presidente ha considerado necesario llamarlas ‘rodalies’ porque en Cataluña las hay a patadas y así, cuando vayamos de vacaciones, sepamos que para ir de Barcelona a Vilasar de Mar o cualquier otro destino de costa hay que buscar las ‘rodalies’. O acaso se trata, y esto es lo que me temo, de pagar la deuda que tiene pendiente con las fuerzas catalanas de las que depende para gobernar. A este paso va a conseguir que todos los españoles hablemos catalán y para entonces es posible que España se llame Cataluña. El camino más corto para evitar la independencia pasa por ganar la guerra al enemigo conquistándolo.

Pedro Calvet Gutiérrez

ZARAGOZA

Lo que Ayuso no quiere que sepas

La España vaciada produce energía eléctrica para que las comunidades ricas y pobladas puedan consumir por encima de sus posibilidades. Mientras la comunidad de Ayuso solo produce el 4,9% de la energía que consume, ocho comunidades producen en exceso para que los grandes se permitan el lujo de malgastar sin propósito de enmienda. Para que Díaz Ayuso gane votos a base de su libertinaje adolescente, los paisajes aragoneses han de llenarse de aerogeneradores, de forma que esos 8.747 GWh que producimos por encima de nuestro consumo beneficien la demagogia electoral de Ayuso, por ejemplo. Y es que Madrid, con sus 27.413 GWh de consumo eléctrico, fagocita el equivalente a los excedentes de Castilla y León, Castilla-La Mancha, Asturias y La Rioja juntas. Mala cosa esta solidaridad unidireccional y perversa.

José Ramón Olalla Celma

CALATAYUD

Hombres con abanico

Sí, hombres con abanico, entre los que me incluyo. El abanico, nos dice Wikipedia, es «un instrumento y un complemento de moda ideado para que con un juego de muñeca rítmico y variable se pueda mover aire y facilitar la refrigeración cuando se está en un ambiente caluroso». Este instrumento, al parecer inventado en China, ha sido usado en nuestro país mayoritariamente por mujeres. Pero yo lo reivindico también para los hombres y en especial con las restricciones que nos marca el famoso decreto que pretende reducir la dependencia energética. Para mí ha sido todo un descubrimiento. Resulta que este verano he recibido un tratamiento mixto de radioterapia y hormonas; el tratamiento hormonal, además del calor que estamos pasando, me añade unos repetidos sofocos. Así que, para aliviarlos, pedí a mi mujer uno de sus abanicos; ¡y da resultado! Como en casa no tengo aire acondicionado, abro y cierro ventanas cuando procede, pongo en marcha el ventilador y, cuando llegan los sofocos, utilizo el abanico. No sería mala idea que el Gobierno nos regalase uno a cada uno de nosotros para poder cumplir con las restricciones. Y, por qué no, una foto del presidente con abanico ayudaría… seguro.

Carlos Hué García

ZARAGOZA

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