Un verano terrible de fuego en los montes

Vecinos de Alcalá de Moncayo intentan contener el fuego.
Vecinos de Alcalá de Moncayo intentan contener el fuego.
Fabián Simón

Este año está siendo tremendo, muy malo, en cuanto a los incendios forestales.

 No solo en España, vemos que el fuego se ceba también con Portugal y Francia, nuestros vecinos. En España llevamos ya -antes de este último fin de semana- 235.000 hectáreas quemadas. Para encontrar un año más nefasto habría que remontarse a 1994, cuando los incendios arrasaron nada menos que 437.000 hectáreas. Aún queda verano por delante, y tal como están las cosas no es imposible que lleguemos a esa cifra. Ojalá que no. Hay que tener en cuenta que la media de los diez años anteriores (2012-2021) había sido de 95.000 hectáreas, de manera que lo que está ocurriendo en 2022 supone un salto de escala muy considerable en los daños causados por el fuego. Un retroceso, porque en las últimas tres décadas España había ido consiguiendo poner freno -aunque no fin- a la plaga de los incendios. También en Aragón estamos batiendo tristes récords, solo con el incendio de Ateca y el que ahora ruge todavía en el Moncayo, pasaríamos de largo de las veinte mil hectáreas devastadas. Pero el azote que supone el fuego va mucho más allá de la tierra quemada. Basta con ver las fotos de Fabián Simón y Blanca Orduña que HERALDO publicaba ayer para comprender que estamos, sobre todo, ante un drama humano. La angustia de los vecinos desalojados de sus casas, a veces a toda prisa, es la faceta más terrible de los incendios forestales. España y Aragón, con lo que se está viviendo este verano, tienen que replantearse la estrategia para hacer frente al fuego.

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