Jefe de Economía de HERALDO DE ARAGÓN

Agosto laboral

La economía y la Administración hacen una pausa en agosto.
La economía y la Administración hacen una pausa en agosto.
HERALDO

Agosto sigue siendo en España el mes de vacaciones por antonomasia. 

Con la excepción de los sitios que reciben turistas, todo se paraliza, hasta el punto de que hay ciudades como Zaragoza en las que la actividad se reduce hasta en un 70% en días como los de este puente, con cientos de bares y comercios que cuelgan el cartel de ‘cerrado por vacaciones’ -como contamos hoy en nuestras páginas- y numerosas gestiones que no se pueden realizar porque hay organismos, instituciones y empresas con más de la mitad de su personal de vacaciones.

‘Ya en septiembre lo vemos’ titulaba un artículo publicado el pasado julio en la revista ‘El Semanal’, que acompaña a este diario los domingos, la columnista Isabel Coixet. En él hablaba del bloque junio/julio/agosto como «un largo entreacto entre dos mitades de la verdadera vida». Grecia, Italia y España, apuntaba asimismo en el texto, «han sido históricamente los países donde todas las cosas se han postergado hasta la ‘rentrée’ de septiembre, pero ahora esa perniciosa manía se ha extendido hasta Francia, el Reino Unido, los países nórdicos, Japón y Estados Unidos».

No creo que en todos esos países se viva en agosto la misma parálisis que se registra por aquí, aunque al paso que vamos con los efectos de la canícula extendida por todo el Viejo Continente, ese aletargamiento que produce el calor podría cambiar mucho la realidad.

Siempre creí que la creciente globalización que hemos vivido en los últimos lustros, con un mundo tan intercontectado y la imposición anglosajona del ‘time is money’ de mercados y empresas -parar significa dar ventajas a los competidores- nos obligaría a cambiar algunos hábitos. Las exigencias de clientes y de proveedores, según ese relato, se traducirían en que los trabajadores de todo tipo de compañías (y por qué no, también de las administraciones) disfrutarían de modo escalonado sus vacaciones para evitar que el país se paralice.

Lejos de adoptar la forma de funcionar de británicos o estadounidenses, serían estos los que nos han imitado, según recogía Isabel Coixet en el citado artículo, aunque siempre ha habido acontecimientos o circunstancias extraordinarias que han obligado a actuar de modo distinto al habitual (la preparación o celebración de una exposición internacional o un evento deportivo de gran envergadura, por ejemplo).

En Zaragoza vivimos en 2006 un agosto muy diferente. Las obras vinculadas a la Expo Internacional que se celebraría en 2008 y la inusual producción en esas fechas en la planta de Opel en Figueruelas (entonces de General Motors) por el cambio del modelo Corsa hicieron que el ‘cerrado por vacaciones’ fuese mucho más minoritario.

Opel España, precisamente, reanudará su producción esta misma noche, lo que hará que desde mañana esté trabajando ya en Zaragoza el grueso de las personas que dependen del sector de la automoción. Los cerca de 5.500 empleados de la factoría zaragozana de Stellantis y varios miles más de la industria auxiliar.

Es previsible que nuevas realidades terminen repercutiendo en nuestros calendarios de vacaciones, entre ellas el freno a la globalización derivado de los efectos de la pandemia, la crisis energética causada por la invasión rusa de Ucrania o incluso el cambio climático. Pero de ahí a poner fin a la costumbre cultural de disfrutar las vacaciones en agosto de modo mayoritario hay un trecho. La «perniciosa manía» está muy extendida.

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