Por
  • Alberto Jiménez Schuhmacher

Hipococolo

Tener hijos hace que quieras más y comprendas mejor a tus padres.
Tener hijos hace que quieras más y comprendas mejor a tus padres.
Olya Adamovich

Ayer hizo siete años que falleció mi padre. 

Abruma ver la velocidad a la que trascurre el tiempo y me aterra saber -me lo han dicho personas más mayores- que cada vez sentiré que pasa más rápido. Antes de la pandemia conversaron dos amigos en un foro acerca de la influencia de sus padres en su vida y educación. Uno de ellos dijo que, pese a que los últimos años apenas veía a su padre dos o tres veces al año porque vivían en otras ciudades, muy alejados, desde que falleció se acordaba de él todos los días. Desde aquel momento soy plenamente consciente de que todos los días me acuerdo de mi padre. Un gesto, una anécdota, una frase, una mirada, una comida... Casi siempre me doy cuenta de que pienso en él con una sonrisa en mi cara.

Dicen que tener hijos hace que quieras más y comprendas a tus padres. ¡Cuánta razón! Cuando mis hermanos y yo éramos pequeños e incordiábamos mi padre nos decía que éramos «más pesados que Pilín, que mató una tocina a besos», y en situaciones como ir a comprar al Pryca en familia y los tres hermanos nos poníamos insoportables nos decía que parásemos, que éramos unos «hipococolos». Es una expresión que ya he hecho mía y que uso con frecuencia. A menudo me dicen que no existe, que no está en Google. Y para mi sorpresa es verdad, no hay ninguna entrada (esta será la primera). Pero cuando la pronuncio lo hago desde el cariño y me acuerdo de mi padre, con una sonrisa, pese a lo salvaje del significado: son unos bichitos que tienen las ladillas en las pelotas.

Alberto Jiménez Schuhmacher es investigador ARAID en el IIS Aragón

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