Por
  • Isabel Soria

Planeta Moncayo

Ovejas bajo el Moncayo.
Ovejas bajo el Moncayo.
Guillermo Mestre

Benito las ha encontrado enseguida. "¡Mira, ahí están!". Y si, en efecto, una cascada de motas blancas y negras va bajando peña abajo. "Ya vienen, a por la sal, ya verás. ‘Mia’, por allá baja la mastín". Una perra tan gigante como buena acompaña al ganado. "¿Y ‘ande’ está el otro? Ahí donde los veis tan mansicos, el otro día mataron a la rabosa, la partieron por la mitad, ya están bien protegidas, ya". Todo esto y mucho más nos cuenta Benito. Es el último pastor del Moncayo y lleva desde los siete por las cumbres cuidando ovejas y cabras. Descendiente último de generaciones de pastores moncaínos, carne de trashumancia, nieto de Viriato e hijo de la Celtiberia, Benito es de una raza de hombres ya casi extinta. Pero ahí está, longevo, con energía, abriéndonos lo mejor de la montaña. Vive en un hábitat sin tiempo, cerca de las nubes, de libertad desatada, en el que sigue reinando lo antiguo, lo atávico, las fuerzas naturales, el equilibrio de esa naturaleza que en la mayoría de los lugares de la tierra pende de un hilo. Y ahí, en este precioso espacio piensas que hay que luchar para lograr que la naturaleza perviva y que este mundo forma parte de una historia muy anterior. Que ha de ser conservado para nuestros hijos, para los moncaínos y los enamorados de la singular montaña. También para todos los que vivimos con su presencia más o menos cercana, que somos muchos. Cuenta Benito que las cenizas de un pariente suyo están en una pequeña cavidad por los aledaños. ¡No se mojará, no! No pudo elegir mejor eternidad el caballero: el planeta Moncayo y, además, al abrigo.

Isabel Soria es técnico cultural y documentalista

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