Director de HERALDO DE ARAGÓN

La confianza, bien escaso

Instalaciones en Alemania del gasoducto Nord Stream I, que envía gas desde Rusia.
Instalaciones en Alemania del gasoducto Nord Stream I, que envía gas desde Rusia.
Stefan Sauer / Europa Press

El mal dato del paro, el peor en los últimos 21 años en un mes de julio, anticipa lo que muchos analistas llevaban semanas advirtiendo: la llegada de un ‘otoño caliente’ con severas complicaciones en lo económico. 

Se habla de un cambio de ciclo, de la aparición -en palabras de la ministra de Economía, Nadia Calviño- de curvas en la carretera, y del mantenimiento de un escenario inflacionista que añade dificultades a una economía con claros signos de desaceleración. Crecen las dudas y, por extensión, el miedo ante una posible recesión. Cuando parecía que los mercados comenzaban a recuperar una cierta normalidad tras los años más complicados de la pandemia, la amenaza de un corte del gas ruso ha obligado a los países de la UE a aplicar distintas medidas de austeridad que, de momento, solo están sirviendo para generar un clima de preocupación. La guerra en Ucrania, que se espera larga, permitirá la segura aparición del ‘general invierno’ en una contienda en la que Rusia ha logrado chantajear a la acomodada Europa. Aunque el cierre de los gaseoductos significaría un enfrentamiento directo con Occidente de muy difícil sostenimiento, Putin está empleando con cierto éxito en las economías europeas una de las principales armas del siglo XXI: la generación de incertidumbre.

Crece la inestabilidad sin que se descubran nuevas medidas que inyecten confianza. La subida de los tipos de interés como mejor herramienta para controlar la marea inflacionista no corregirá por sí sola el crecimiento del desempleo o la pérdida de poder adquisitivo. Ni deflactación del IRPF ni medidas de rebaja de las cotizaciones para sostener el empleo: hoy la tesis no es otra que la de garantizar la recaudación para aguantar un modelo de gasto y endeudamiento que, más pronto que tarde, deberá volver a ajustarse a los controles de Bruselas. Mientras tanto, la pregunta más repetida de un verano con los precios disparados es qué ocurrirá en septiembre. Cuál será el comportamiento de la economía y si se aguantará sin entrar en la temida recesión que, técnicamente, ya padece EE. UU.

Lo que es evidente, pese a añadirse ahora el conflicto en Taiwán, es que la economía no sufrirá en un mes un brutal desplome, ni el consumo se desmoronará súbitamente. Comienzan a acumularse señales preocupantes como, por ejemplo, la rebaja de la previsión del crecimiento del PIB aragonés. Sin abandonar la senda positiva, el Gobierno regional ha recortado el dato del 7% al 4,3%. Un ajuste, en línea con la establecido por otros analistas, que se apoya en una evidente falta de visibilidad en el corto y medio plazo. Tampoco apunta al optimismo el Indicador de Confianza Empresarial de la Cámara de Comercio de Zaragoza que, situado en negativo, se añade a la incertidumbre reinante, aunque conviene recordar que la preocupación no es siempre sinónimo de freno.

Bajo esta mirada resulta evidente, cuando resta menos de un año para las elecciones autonómicas y municipales, que la búsqueda y la generación de un clima de certidumbre pasa a ser la principal tarea política. La confianza, ahora convertida en un valor escaso, computará en el devenir preelectoral. Así, tanto el Gobierno de Aragón como el Ayuntamiento de Zaragoza tienen suficientes proyectos en sus despachos (la ampliación de los espacios logísticos, el desarrollo del sector de la nieve, la construcción del nuevo campo de fútbol, el obligado respaldo al coche eléctrico, etc.) como para que, guiados por el consenso, puedan marcar un elevado valor diferencial que asiente la credencial económica de Aragón.

miturbe@heraldo.es

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