Por
  • Julio José Ordovás

La camiseta victoriosa

Zelenski, presidente de Ucrania, vistiendo su ya famosa camiseta.
Zelenski, presidente de Ucrania, vistiendo su ya famosa camiseta.
Europa Press

Todo es cuestión de imagen y la guerra especialmente. 

No digo nada nuevo. Hegel era profesor de Filosofía en la universidad de Jena cuando presenció la entrada triunfal de Napoleón en la ciudad alemana. «He visto el alma del mundo a caballo», dijo, emocionado como un niño al ver por la tele a Benzema levantar la copa de la Champions. Los retratos y las esculturas ecuestres de reyes y generales tenían, obviamente, una función propagandística, no en vano el arte siempre ha estado al servicio de intereses político/militares, desde las pinturas rupestres al ‘Guernica’.

Alguna vez he pensado que la foto en la que se ve a Azaña paseándose por las trincheras con zapatos, abrigo y sombrero, como recién salido del Ateneo, revela hasta qué punto la clase dirigente española estaba desconectada de la carne de cañón en la guerra civil. Azaña no renunció a su dandismo burgués y eso le perdió. Porque los españolitos luchaban en alpargatas y bebían en porrón, recipiente, por cierto, que Orwell se negó a utilizar porque le daba mucho asco. España no era Inglaterra ni Azaña era Churchill.

Claro que Azaña no tenía asesores de imagen. Zelenski sí. La camiseta de Zelenski, una camiseta que parece del Primark, fue la primera victoria de Ucrania frente al traje anticuado y funerario de Putin. Ahora hemos visto a Zelenski y a su mujer en ‘Vogue’ fotografiados por Annie Leibovitz. Para ganar la batalla del relato hay que ganar antes la batalla de la imagen. Volodímir y Olena forman una pareja de enamorados modernos y guapos que, además, saben bailar, mientras que Putin es un malo de dibujos animados bunkerizado en su Guarida del Lobo.

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