Por
  • Ana Muñoz

Rotunda dignidad

Los pueblos no están puestos ahí para satisfacer las ambiciones de las ciudades.
Los pueblos no están puestos ahí para satisfacer las ambiciones de las ciudades.
Samina Kousar / Pixabay

Conocí la historia de María Josefa en mi último viaje a Cuenca. 

Se trata de una mujer de más de ochenta años que vive en Quintanar del Rey, uno de tantos pueblos afectados por la construcción de macrogranjas en Castilla-La Mancha. Su trasero, en el que podía leerse un NO ‘rotundo’, apareció en diversos medios de comunicación después de que su dueña hiciera un ‘calvo’ a los periodistas congregados durante las protestas. «Jamás pensé en mi vida remangarme las sayas y mostrar el trasero en público», se justificaba, «pero, cuando a una le tocan su tierra, hace eso y más». En una carta que publicó en su página web la asociación Pueblos Vivos Cuenca, María Josefa compartía el dolor, la impotencia y la rabia de quienes son arrojados violentamente a la codicia de las grandes empresas. En Aragón, la nómina de asociaciones o plataformas semejantes, como las que luchan contra la construcción masiva de parques eólicos, es interminable. Nos encontramos ante un nuevo «Nada para el pueblo, pero con los pueblos» que hasta causa diferencias y enfrentamientos entre los vecinos. Pienso en mi heroína, en su camiseta con mensaje, en su andador. En la dignidad de sus bragas. Ni los pueblos son parques temáticos ni los espacios naturales que los circundan están puestos ahí para abastecer a las ciudades. Si este verano hacen turismo rural, hablen con sus gentes, lean sus pancartas, pregunten por los yugos que los aprietan. También pueden reservar alguna prenda interior, pues no estaría de más que surgiera una voz potente, solidaria, desde las ciudades. Yo ya he apartado un par de bragas. Para la próxima.

Ana Muñoz es escritora

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