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  • Javier Lacruz

¿Por qué la guerra?

¿Por qué la guerra?
¿Por qué la guerra?
HA / Reuters

Dos de las luminarias más influyentes del siglo XX, Sigmund Freud y Albert Einstein, tuvieron en el periodo de entreguerras un intercambio epistolar acerca del fenómeno de la guerra. 

Un médico y un físico –uno, el padre del psicoanálisis y otro, el padre de la teoría de la relatividad– encaraban un diálogo, promovido por la Liga de las Naciones (actual ONU), acerca de la naturaleza de los conflictos bélicos y, por extensión, sobre la naturaleza destructiva del ser humano. Einstein plantea: "¿Es posible controlar la evolución mental del hombre como para ponerlo a salvo de las psicosis del odio y la destructividad?". En su reflexión, añade: "No sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras".

Freud, grafómano infatigable, responde con una larga misiva. Ya ha escrito ‘Más allá del principio del placer’ (1923), donde introduce cambios sustanciales en su teoría; en esencia, formula la idea de ‘pulsión de muerte’. El maestro vienés completa el basamento de la psicología del ser humano: Eros y Thanatos, sexo y destrucción. Freud habla de la ‘pulsión de muerte’, de la tendencia a la agresividad, tanto contra uno mismo como contra otro. Adictos, suicidas, sicarios, sátrapas… En potencia, usted o yo. Su respuesta es que "todo lo que promueva el desarrollo de la cultura trabaja contra la guerra". Ambos saben que en el humano es inherente el proceso creativo/destructivo. Y que solo es cuestión de tiempo que aparezca otro Putin en nuestras vidas.

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