La experiencia cotidiana nos está ofreciendo ya la confirmación de los informes científicos que demuestran el calentamiento del planeta, con un incremento de los fenómenos meteorológicos extremos, como las olas de calor. 

Aragón y España, por sus características geográficas resultan especialmente vulnerables ante esta realidad. Junto a las políticas globales para frenar el cambio climático, es necesario implementar estrategias que permitan moderar y paliar sus efectos negativos en la sociedad.

Largos días de calor intenso seguidos de noches en las que la temperatura continúa por encima de los 20 o los 25 grados, y así durante más de una semana, quizás dos; incendios forestales de difícil control por toda España así como en otros países del sur de Europa; alertas por calor incluso en el Reino Unido... Este verano parece querer confirmarnos la realidad del calentamiento global. Siempre ha habido olas de calor o incendios forestales, pero podemos percibir, incluso sin necesidad de estadísticas, que la frecuencia y la intensidad de estos y otros fenómenos extremos está aumentando. Y datos como los que elabora el Instituto Carlos III sobre la mortalidad ligada al calor deben contribuir a concienciarnos del riesgo que supone el cambio climático. Mejor o peor diseñada -y habría mucho que afinar en nuestro país- la transición hacia las energías limpias y otras medidas para frenar el efecto invernadero están en marcha. Pero a la vez hay que estar preparados para hacer frente a los efectos que ya se están produciendo. El urbanismo, el diseño y el equipamiento de las viviendas, la organización de los espacios públicos, la prevención de incendios e inundaciones, etc.; hay muchos campos en los que cabe tomar medidas que contribuyan a aliviar los fenómenos meteorológicos adversos. Los poderes públicos y la sociedad deben trabajar en esa dirección.