Por
  • José María Serrano Sanz

La calle de Cajal

Vista del paseo de la Gran Vía, en marzo de 2020.
La calle de Cajal
Guillermo Mestre

La Gran Vía de Zaragoza ya se llama de Santiago Ramón y Cajal. 

Honrar a nuestro personaje siempre es una gran noticia. Pero me complace, sin embargo, que no se pierda el nombre de la vieja calle, algo que habría sido un disparate. Porque se trata de un testimonio vivo de la honda raíz que tiene, en ambas direcciones, el vínculo de Cajal con nuestra ciudad. Fue la primera calle que se le dedicó en el mundo, mucho antes de que se convirtiera en todo un personaje y le llovieran los honores y las dedicatorias.

La temprana iniciativa partió en 1895 del director del Boletín médico-farmacéutico de Zaragoza, Luis Narbona, quien pidió al Ayuntamiento que se diera el nombre de Cajal a una plaza (sic) de la ciudad. De inmediato la prensa diaria se hizo eco de la propuesta y la apoyó. A comienzos de 1897 el Ayuntamiento la aprobó, aunque sin precisar si sería plaza o calle y dónde estaría. Para entonces Cajal aún no había recibido ninguno de sus grandes premios científicos, pero la ciudad ya estaba orgullosa de él. Finalmente fue una calle, pero no una cualquiera, sino importante y muy simbólica para Cajal. En ella estaba (y está) el Hospital de Nuestra Señora de Gracia, donde había estudiado y hasta ejercido de practicante y de profesor auxiliar de Anatomía en sus primeros tiempos. En la propia calle se había instalado también, recién casado con Silveria Fañanás en 1879, en su primer domicilio propio.

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