Por
  • Pedro Cía Gómez

La vocación profesional y la Evau

Tras superar la Evau, los jóvenes tendrán que decidir qué carrera quieren seguir.
Tras superar la Evau, los jóvenes tendrán que decidir qué carrera quieren seguir.
Guillermo Mestre

Con la prueba de Evaluación para el Acceso a la Universidad (Evau) se presenta a los estudiantes el panorama de elección de carrera.

 Un poco más de la mitad (52%) declaraba recientemente que elegiría sus estudios por motivo vocacional (HERALDO, 7 de junio).

El término vocación expresa ‘llamada’, una llamada que, según Ortega y Gasset, fluye del interior de la persona, se percibe como una propuesta, no como una imposición, y cuyo seguimiento implica un estilo de vida.

En su libro ‘Vocación y ética y otros ensayos’, el doctor Gregorio Marañón define la vocación como «la voz que nos llama hacia la profesión», e incide en que las vocaciones médica o científica, artística y pedagógicas exigen aptitudes para su seguimiento. Es cierto que desde las primeras décadas del siglo XX se hizo énfasis en que se tuvieran en cuenta las aptitudes a la hora de definir una vocación profesional determinada (sin que tales aptitudes supongan cualidades extraordinarias). También Marañón incluye en el concepto de vocación la idea de ‘servir’, en el caso de la medicina, al enfermo y a la sociedad.

Hay que tener en cuenta que la vocación no es solo afición, que puede ser pasiva. La vocación conlleva un impulso dinámico que incita a actuar. La realización profesional alcanzará probablemente la mayor calidad que cada uno pueda conseguir si parte de un verdadero impulso vocacional.

Hoy, no obstante, hay que considerar que aun desde una vocación definida hacia las ciencias, las letras, la medicina, la enseñanza, etcétera, nos encontraremos ante un variado panorama de nuevas profesiones o ante cambios constantes producidos por avances científicos o tecnológicos que obligan a una adaptación tras la elección inicial. Incluso, la realidad de la globalización puede llevar al profesional a inesperados destinos que imponen nuevos cambios en su estilo de vida. Con todas estas eventualidades debemos contar e incluso valorar el enriquecimiento que a nuestra formación pueden aportar tales cambios.

Dificultades también han de presentarse a quien quiere realizar su vocación profesional, ya que no siempre encontrará asequible el puesto de trabajo adecuado o bien la competencia hará que sea difícil alcanzarlo.

La propia Evau, tal como hoy se desarrolla, necesita su reforma. La concurrencia de estudiantes evaluados según «distintos exámenes y variados criterios de corrección», que hace poco señalaba Mikel Iturbe (HERALDO, 12 de junio), resta oportunidades a unos y favorece a otros. Además, unas pocas décimas de diferencia en la puntuación pueden impedir a un alumno brillante realizar la carrera a la que se sentía ‘llamado’.

Aun reconociendo estas realidades, el consejo es seguir la propia vocación. De ella emanan ánimo y fuerzas para el trabajo y para superar obstáculos. De la vocación profesional suele derivarse el cumplimiento que lleva a una excelente profesionalidad y suelen alcanzarse las metas deseables, más que buscando con criterio utilitarista carreras que aparentemente ofrecen salidas prometedoras, pero no adecuadas a nuestras inclinaciones y aptitudes.

Pensemos finalmente en que son muchos los trabajadores que no han tenido la oportunidad de elegir aquello para lo que podrían estar llamados y, sin embargo, rinden adecuado servicio a la sociedad desde su vida laboral; a veces desde oficios cada vez más profesionalizados que exigen una preparación especial. Es un privilegio poder ejercer las ocupaciones habituales (siempre con esfuerzo claro está) desde la propia vocación, pero tal privilegio obliga a devolver a la sociedad, en forma de adecuada prestación profesional, la responsabilidad que nos confía.

Pedro Cía Gómez es catedrático de Medicina

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