El ruedo rancio

Segundo día de vaquillas del Pilar 2021 en las plaza de toros de Casetas
El ruedo rancio
Francisco Jiménez

Yo nunca bajaba al ruedo en las tardes de vaquillas de las fiestas de Casetas porque me daba la sensación de que, si el animal venía a por mí, no iba a poder saltar al callejón. 

Me recuerdo pensando que era una sabia decisión la tarde en la que a mi tío Manolo, calculo que pasados los 60 años, le dio por jugar al guiñote-vaca con los de su peña en una suerte de partida donde la becerra le cogió tal cariño, que lo rebozó tantas veces por la arena que la gente hasta perdió el interés por las embestidas. Salió como una pechuga empanada en tierra, con su pañuelo de peñista torcido, y supongo que preguntándose en qué mes del año estábamos.

No obstante, siempre se ha dicho que el miedo saca de nosotros una fuerza tremenda, capaz de hacernos saltar dos metros, mover cielos y montañas, con tal de huir de aquello que nos asusta. Será por la falta de tiempo para reaccionar, que nos sale el instinto de supervivencia, acaso el más determinante para que uno siga por este mundo hasta que cierre la puerta y apague la luz. De esa reacción me he acordado estos días cuando, tras la filtración de un vídeo íntimo de un conocido presentador, parte de la sociedad y algún medio de comunicación han sacado lo peor de sí en un gesto, entiendo, poco madurado que muestra en cambio un fiel reflejo de cómo es esa parte de España cuando reacciona sin margen para la estrategia. Y es que a lo que es un delito, muchas respuestas han sido la burla (que no la broma) y la difusión del contenido privado de dos personas a las que se ha juzgado por costumbre y costumbrismo, desde una óptica rancia, machista y descontextualizada.

España, que se vende (por defender políticas sociales o definirlas como inútiles) como un país avanzado en respeto a la intimidad y diversidad de formas de vivir, estalla en un crisol de catetismo cada vez que tiene que torear (y admito que la comparación taurina puede ser cateta) una circunstancia que atañe a la vida del resto y que genera la peor risa, la que despierta por tabúes o vergüenzas de educaciones grises. Vienen bien, en todo caso, estas tristes situaciones para coger temperatura del país real en el que vivimos: ni tan moderno, ni tan abierto, ni tan gracioso. Siempre dispuesto, eso sí, a saltar al ruedo a cantar las cuarenta sin perder de vista el burladero.

@juanmaefe

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