¿Qué pasa con el empleo?

Oficina del INAEM en Zaragoza.
¿Qué pasa con el empleo?
Guillermo Mestre

Leo en pocos días, en diferentes periódicos, quejas de diferentes sectores sobre la falta de trabajadores para ocupar numerosos puestos de trabajo que están en oferta y que no se pueden cubrir por no disponerse de gente preparada para el oficio. 

Puede que haya más causas, como los bajos salarios ofertados, que desmotivan, la temporalidad o las jornadas laborales ampliadas, exhaustivas o al margen de la ley: "Los empresarios de la Jacetania buscan 800 camareros para la temporada"; "En La Rioja se buscan más de dos mil trabajadores cualificados"; "Galicia precisa cubrir miles de empleos y no se encuentran trabajadores"... Y oigo en televisión decir a Ramón Tamames que en España estima que hoy existe una demanda de más de un millón de empleos que quedan vacantes por falta de profesionales suficientemente formados.

Todo esto es una paradoja más en este país de las paradojas: tenemos tres millones de parados y un enorme paro juvenil y, sin embargo, el mundo empresarial dice buscar a miles de trabajadores.

Este desajuste se debe, también según Tamames, a la inexistencia de una formación profesional adecuada, que ha estado abandonada en España durante décadas. Solo actuaciones de la iniciativa privada han ido haciendo lo que se ha podido en el terreno de la formación, mientras que en el sector público, en connivencia con patronales y sindicatos, se ha empleado la formación para encubrir una profusa red de subvenciones a los agentes sociales importando muy poco el nivel y la calidad de los miles y miles de cursos que, teóricamente y para las estadísticas, se han impartido en España sin atender a las verdaderas demandas de formación. Tampoco desde las instituciones públicas se ha atendido a la formación profesional; se ha considerado una lacra la práctica del aprendizaje y aunque se hayan vuelto los ojos hacia el sistema alemán de formación dual, las experiencias españolas son escasas. Con todo ello resulta que tenemos una fuerza laboral potencial pero muy poco preparada, dándose el caso de que parados del sector industrial hayan podido asistir a cursos de peluquería.

En el actual panorama español es evidente la necesidad de ajustar de una vez la verdadera formación profesional a las demandas reales de la sociedad; recuperar escuelas de formación, incorporar la universidad a la tarea para que facilite gentes preparadas mediante los estudios y prácticas adecuadas y a dejar de subvencionar artimañas para facilitar la vida a los agentes sociales a cambio de su silencio y de la llamada ‘paz social’.

Parece cierto que hay un tirón en la demanda de empleo y es lamentable que no pueda satisfacerse por la falta de preparación profesional, por lo que urge ponerse a organizarla con seriedad y solvencia. Si ese millón de puestos de trabajo pudiera dotarse y si fuera verdad lo de los tres millones de parados, España se acercaría a cifras de desempleo estructural, si bien aquí siempre existirá algo más de paro dado el impacto del turismo y hasta que pongamos en marcha de verdad ese ansiado cambio del modelo productivo que nadie debe de saber exactamente en qué consiste.

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