Hasta septiembre

Hasta septiembre
Hasta septiembre
Heraldo

Hoy termina un nuevo curso escolar y quiero despedirme, como lo harán mis antiguos compañeros en sus últimas semanas de clase, diciendo la frase habitual con la que nos despedimos en estas fechas: hasta septiembre.

Siento que la mejor manera de hacerlo es recordar este libro: ‘Lo pequeño es hermoso’, de Ernst Friedrich Schumacher (1911-1977). Está entre los cien libros más influyentes publicados desde la Segunda Guerra Mundial. Dedica uno de los capítulos a la educación y lo titula: ‘El mayor recurso: la educación’. De este capítulo transcribo las siguientes frases: "La educación es, o debiera ser, la llave de todas las cosas"; "si la era nuclear acarrea nuevos peligros, si el avance de la ingeniería genética abre las puertas a nuevos abusos, si el consumismo trae consigo nuevas tentaciones, la respuesta debe ser más y mejor educación". Palabras llenas de vida y de actualidad hoy, a pesar del tiempo transcurrido. Pero lo más triste es que nosotros no acabamos de entender la necesidad de más y mejor educación.

La educación es la llave del futuro, pero en España no hemos sido capaces de
ponernos de acuerdo para mejorar el sistema educativo buscando la excelencia sin dejar a nadie atrás

Nuestros vecinos sí lo entendieron y los resultados así lo ponen de manifiesto. Nos lo recordaba Nuno Crato, en una reciente entrevista en ‘La Vanguardia’. Crato fue ministro de Educación entre 2011 y 2015; elevó a Portugal 44 puestos en los resultados del Informe Pisa. Al preguntarle cómo lo logró, lo primero que señala es la necesidad de reconocer lo que no funcionaba y buscar mejorarlo, pero desde el acuerdo, para así conseguir un compromiso de todos y sin olvidar a los docentes. Cuando le hacen la siguiente pregunta, muy de moda en nuestro país hoy, si educar es algo más que evaluar, contesta: "Sin evaluar no se puede educar. Yo quería ayudar, sobre todo, a los estudiantes más pobres; y eso pasaba por exigirles a ellos igual que a los mejores, pero dándoles, además, el refuerzo pedagógico y el apoyo necesarios. En Portugal tampoco podemos alardear de consensos, pero es cierto que tras comprobar nuestros fracasos en Pisa, hubo un cierto acuerdo transversal de los partidos para mejorar la educación. Y la mejoramos".

Los resultados avalan su proyecto pues disminuyó el fracaso escolar sin dejar a nadie atrás. Para ello hay que ayudar a los niños con peores resultados. Concluye su entrevista señalando lo siguiente: "La exigencia genera excelencia y la educativa frena la desigualdad: ayuda a los pobres. No dejéis a nadie atrás: exigid a todos, con refuerzo para los que lo necesitan. Aprobar a todos es suspender a todos".

Nosotros seguimos, desgraciadamente, convirtiendo la educación en un campo de batalla cultural. Contemplamos atónitos cómo la han elegido los populismos. No es la primera vez, pues estos eligen sus objetos de alarma, sus estrategias para promover el pánico. Ellos se nos ofrecen como único escudo, eso sí, a cambio de su voto. Lo triste es cómo se ha posibilitado que lo puedan realizar.

No permitamos que la educación caiga en manos de los populismos

Una de las graves consecuencias de la polarización que estamos sufriendo en nuestro país es la utilización permanente de los juicios de valor cuyas consecuencias son destructoras. A lo largo de los últimos años, la psicología social ha demostrado que cada vez nos resulta más difícil aceptar ideas que son ajenas a nuestro esquema de valores. Nos refugiamos en burbujas informativas y nos relacionamos con personas que piensan como nosotros o, al menos, que no retan nuestra visión de mundo. Esta conducta contemporizadora es el origen de la polarización política y somos más responsables de ella de lo que nos gustaría admitir. Por lo tanto creo que cada vez es más necesario escucharnos unos a otros, contrastar las fuentes sobre las que se asientan las distintas opiniones. Solo desde un espíritu crítico y constructivo seremos capaces de dialogar y buscar acuerdos y consensos.

Nadie puede negar que el escenario educativo está lleno de claroscuros y por ello es más importante que nunca esforzarse en observar y contrastar cuál es el estado de ánimo en la comunidad educativa pero también en toda la sociedad. Entiendo que es difícil hacerlo. Nuestra realidad educativa es tan poliédrica como lo es el mundo que estamos viviendo. Es un momento difícil pues la desconfianza y el miedo al futuro no nos ayudan. Pero si creemos que la educación es la llave de todas las cosas, tenemos la obligación de intentarlo.

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