Ese binomio

Vista nocturna de Palma de Mallorca.
Vista nocturna de Palma de Mallorca.
Guillermo Mestre

Descansar el cerebro era lo que necesitaba.

 Quería desconectar de esas rutinas que acaban por quitarnos el sueño. Volar desde Zaragoza a cualquier destino siempre me ha gustado más que volar desde otros aeropuertos. Saqué del armario mi colección de sombreros y elegí uno de paja con ala estrecha que se podía plegar en un momento dado. Sabía que también en Mallorca haría mucho calor y que podría darme una insolación. Muchos turistas llevamos sombreros que luego nunca nos ponemos en nuestra propia ciudad. Me di cuenta de que muy pocas personas llevan el sombrero con naturalidad y me parecía que iba un poco disfrazada. En la maleta llevaba un libro de Ana María Matute titulado “Primera memoria” que, casualmente, transcurre en Mallorca.

No había podido comprar el libro de José Carlos Llop “En la ciudad sumergida”, que es un canto a su Palma natal, una hermosa elegía equivalente al magnífico “Estambul” de Pamuk. Antes de ir a la catedral ni a ningún otro sitio fuimos a comprar el libro de Llop a la preciosa “Librería del Savoy”. Con el libro en mi poder ya me sentía más contenta y caminaba mirando al tendido bajo el Palacio de la Almudaina cuando metí el pie en un pequeño socavón y me torcí el tobillo. Antoine me dijo que no convenía que camináramos mucho más. Empecé entonces, con el pie en alto, a leer el libro que ya en su prólogo me pareció maravilloso. Dice Llop: “Porque ciudad y literatura se unen en un espacio común: quizá porque ese binomio —ciudad-literatura y al fondo el yo, como en una ficción—es un lugar donde siempre he sido feliz”.

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