Director de HERALDO DE ARAGÓN

Hace falta frío

Vista de los Pirineos.
Vista de los Pirineos.
Rafael Gobantes

La Generalitat no ha recuperado aún ese imprescindible punto de madurez política que le habría de permitir abandonar el laberinto independentista; persiste en un bucle que impide a Cataluña elevar la mirada para sentirse cómoda en cualquier proyecto compartido con otra autonomía.

 La necesaria lealtad, la confianza depositada en el vecino, la cesión y el pacto como resultado del acuerdo se encuentran muy lejos. Por ello, la negociación para la presentación de una candidatura conjunta entre Aragón y Cataluña para los Juegos de invierno necesita ahora del frío que desinflama. Ha ganado tantos grados y la madeja se encuentra tan enmarañada que conviene esperar a que los ánimos se aplaquen, a que la buena relación se recupere y que, especialmente, no se pierda el origen y fundamento de un proyecto que, por encima de dos comunidades vecinas, pertenece a España.

Caldeadas en exceso, tanto que el sueño olímpico puede darse por fracasado, las conversaciones para armar la candidatura resultaron fallidas desde su origen: Aragón y Cataluña se encontraban en planos bien distintos, sin ningún común denominador que las obligase a ceder. Quizá, el principal error fue que no se midió correctamente la temperatura política catalana.

Cuestionado el papel mediador del presidente del Comité Olímpico Español (COE), Alejandro Blanco, quien tampoco está libre de errores, la consejera de Presidencia de la Generalitat, Laura Vilagrà, anunció el jueves la presentación de una candidatura en solitario reventando toda posibilidad de entendimiento. Sin esperar a la decisión del COE (todo indica que el martes, después de las elecciones andaluzas, se dará por definitivamente fracasado el proyecto) y sin agotar la vía de la negociación con Aragón, la Generalitat se colocaba donde más cómoda se encuentra: en soledad frente a todos. Asumiendo que cualquier marcha atrás se antoja imposible y sin ninguna comunicación entre las partes, Javier Lambán advirtió de la apertura de «una crisis territorial», consciente de la amenaza que representa la decisión catalana para los intereses de Aragón.

El Pirineo aspira desde hace años a la organización de unos Juegos. Situarse en el mapa del olimpismo, con la trascendencia mediática que ello implica, es un anhelo al que la Comunidad no debe renunciar. Unos Juegos aproximan y ayudan a borrar barreras, pero para que todo esto sea un proyecto de Estado es necesaria la cesión mutua. El Gobierno de Aragón no estuvo fino en el inicio del proceso negociador pero, a diferencia de la Generalitat, siempre mantuvo una marcada lealtad institucional hacia el fundamento y trascendencia de este proyecto de país.

No parece que haya tiempo para alcanzar desde el consenso la cita olímpica de 2030, pero quizá pensar en 2034 sirva para dar forma a una propuesta que necesita de un nuevo escenario negociador, de mucha generosidad y de la tranquilidad necesaria como para que el Gobierno catalán, este o el próximo que alcance el Palau de la Generalitat, entienda que un proyecto compartido y en igualdad siempre beneficia a ambas partes. Convendría empezar de cero, dar tiempo al tiempo y que el COE y el Gobierno de España frenasen lo que es un nuevo desafío desde la Generalitat si termina tomando cuerpo la última propuesta catalana de acudir en solitario.

Por complejo que resulte, el esfuerzo habría de centrarse en recuperar el punto de partida. El Pirineo debe perseverar en la posibilidad de alcanzar una candidatura conjunta y en aprovechar esta nueva etapa para elevar los atractivos y reclamos del sector de la nieve en la Comunidad. Estar preparados para una oportunidad olímpica exige de nuevas inversiones y de la conversión de Aragón en el destino blanco por excelencia.

miturbe@heraldo.es

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