Alivio de complejos

Policía antidisturbios ante la hinchada del Liverpool en el Estadio de Francia.
Policía antidisturbios ante la hinchada del Liverpool en el Estadio de Francia.
Yoan Valat / Efe

En un libro reciente, ‘Panfleto de Kronborg’, Jesús del Campo aborda, con gracia, erudición y lucidez, algunos tópicos de la idiosincrasia española, como el maltrato al lenguaje, hablar alto, no escuchar, el tono faltón y la ostentación.

Esta concepción peyorativa, propia de nuestra cultura desde el siglo XVIII, me acompañó cuando salí por primera vez al extranjero, a comienzos de los años ochenta. Sin embargo, para mi sorpresa, no tardé en librarme de ella, al darme cuenta de que mis compatriotas, emigrantes o de viaje, se distinguían por su comedimiento, en comparación con la informalidad de la juventud europea de entonces, que, eso sí, vivía una sexualidad menos constreñida y machista que la española o, como pronto descubrí, la italiana.

Una década después, una parte de España, nueva rica y pija, sí viajó voceando en los restaurantes. Pero esta actitud no fue mayoritaria, ni exclusiva de mi patria. Además, con el tiempo comprobaría que el resto del mundo no tiene de España la mala impresión con la que aquí nos flagelamos, sino la contraria, y que todas las sociedades se miran el ombligo, ocultan monstruos y se sienten inferiores.

Por eso, en el extranjero no sorprendió que la afición española accediera con antelación y bien documentada a la reciente final de la Liga de Campeones, ni que la inglesa fuera reprimida por la Policía francesa, que, cuando se trata de dar cera, será muy republicanamente, pero bien que la da. También esto lo aprendí en mi noviciado por tierra extraña. Y es que, aunque viajar no cura el nacionalismo, sí alivia muchos complejos.

jusoz@unizar.es

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