Por
  • Mariano Gállego

Brum, brum... Buf. ¡Socorro!

Los camiones de los servicios de limpieza pública no son precisamente silenciosos...
Los camiones de los servicios de limpieza pública no son precisamente silenciosos...
Raquel Labodía / HERALDO

Brum, brum, brum… Centro de Zaragoza. 2.30 de la madrugada. 

La mayoría de los vecinos tienen abiertas sus ventanas en plena ola de calor para tratar de suavizar el sofoco de estas noches tropicales. Brum, brum, brum… Los motores diésel de los camiones de los servicios municipales de limpieza y de parques y jardines se desafueran en la oscuridad con un ruidoso desfile de vehículos industriales que ponen todo a temblar. Brum, brum, brum…

Primero llega el camión de riego. El operario va parando cada pocos metros manteniendo el motor del vehículo al ralentí. Baja de la cabina, inunda dos o tres alcorques y vuelve a subir. Avanza. Para. Vuelve a sacar la manguera. Más de un cuarto de hora de brum, brum… hasta que se va alejando para disipar el sueño de otros vecinos calle adelante.

Cuando parece que ya no se siente el retumbar de la combustión del gasoil, surge otro camión, este mucho más grande, y por tanto con más decibelios en su brum, brum…. Lleva una enorme cisterna y muy lentamente, para desesperación de los oídos aún despiertos, va baldeando calzada y aceras con un detenimiento que se antoja perverso. Aunque la tortura alcanza su extremo cuando dobla la esquina para encarar la bocacalle. Cuando parece que va a desaparecer, da marcha atrás inopinadamente y regresa para incorporarse de nuevo a la avenida principal. Todo, mientras ese brum, brum antipático e inquietante vuelve a resonar con fuerza bajo lo balcones. Tras media hora de desasosiego se va.

Suspiro aliviado alegrándome de servicios públicos tan eficientes a semejantes horas, confiado en que hasta la mañana el tráfago no me vuelva a incordiar. Pero hete aquí que aún no se ha dejado de escuchar la última cisterna cuando se acerca un camión de la basura por la calle principal. Más brum, brum… Pasará pronto, pienso. Pero el camión se detiene enfrente, a las puertas de uno de estos locales que expenden bebidas las 24 horas. Y ahí queda el motor bullicioso mientras los operarios se refrescan el gaznate. Brum, brum… Buf. ¡Socorro!

mgallego@heraldo.es

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