Nos cuentan muchas cosas, pero ignoramos todavía más; y pocas veces coinciden los anuncios del Gobierno con lo que realmente interesa. 

Tres meses ha tardado Pedro Sánchez en dar cuenta en el Congreso del sorpresivo y unilateral giro que dio en el Sáhara. Cuando se explica aún es peor, pues bien parece que el volantazo responde a un intento de impedir que se use como arma la "inmigración" y de garantizar la españolidad de Ceuta y Melilla. ¿Acaso se pone en duda? Desvinculan Pegasus o Marruecos. Sánchez está tranquilo con su teléfono, aunque preocupa, y mucho, al resto. Ocultan lo que vieron los espías. Quizá el ministro Bolaños, al testificar ante el juez, se muestre más locuaz al respecto.

Sánchez asegura que no prepara las maletas para Bruselas. Se quedará en Madrid gobernando, solo a veces, con Podemos, mientras prepara una campaña electoral en la que el peor adversario será un escenario económico adverso.

Las buenas noticias llegan tarde y con cuentagotas. Aunque tarde, la Comisión Europea autoriza la ‘excepción ibérica’ que permitirá que se pague la luz más barata. Una tímida luz al final de un túnel oscuro, tan oscuro, que la previsiones disparan el coste de la vida hasta un 8,1%.

Sabemos del compromiso que tiene Sánchez con la España vaciada, aunque sea papel mojado cuando se trata de ajustar las cuentas. Nadie dice por qué no rebaja los costes laborales en Teruel, Soria y Cuenca. Ignoramos el océano, porque ni siquiera explican unas gotas de agua.