La Romareda

Deportes
Nayim, en los cielos de Zaragoza. Detrás, La Romareda.
Guillermo Mestre

Nadie podría imaginar que el Pilar o la Seo cambiaran de sitio en el momento de ser remozados o restaurados. 

Quién pensaría en trasladar a otro lugar la columna sobre la cual la Virgen se apareció al apóstol Santiago, según nos enseña la tradición, o la catedral en la que se coronaban los reyes de Aragón y en la que juraban nuestros Fueros. Nadie en su sano juicio, desde luego. Pues con La Romareda pasa lo mismo. Para las decenas de miles de zaragocistas que crecen y se reproducen en Aragón aun en los peores momentos como éstos, La Romareda es el templo sagrado, el escenario de sus sueños, el lugar mágico donde jugaron Carlos Lapetra y José Luis Violeta, donde Diego Milito le metió cuatro goles en una noche al Madrid, donde se han celebrado los nueve títulos del club. No seré yo, por estrictos motivos de prudencia, quien compare al apóstol Santiago o a los reyes de Aragón con Juan Señor, Xavi Aguado o Saturnino Arrúa. No seré tan osado. Pero una cosa sí puedo decirles: a esas decenas de miles de zaragocistas, Arrúa, Lapetra, Milito, Violeta, Aguado y Señor les han hecho más felices que todos los reyes de Aragón juntos. Y que salga aquí quien asegure que el apóstol Santiago o Sancho Ramírez les han alegrado una noche más de lo que lo hizo Nayim en París en 1995. Dicho esto, a todas luces irrefutable, no puede contemplarse cambiar La Romareda de sitio o tendrán que vérselas con nosotros. Nuestro templo tiene su emplazamiento intocable, como el Pilar o la Seo. La Romareda en su casa y Dios en la de todos.

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