Qué lío, calor y frío

Qué lío, calor y frío
Qué lío, calor y frío
Pixabay

Este malestar difuso, borroso, que no es de esto ni de lo otro sino de todo y de nada, puede obedecer al cambio climático, un suponer. 

En la India caen los pájaros al suelo porque con este calorón no hay manera de volar. En los polos hay temperaturas absurdas y en España va a petar. Cualquiera se da cuenta, hasta yo me doy cuenta. Como no quiero enterarme de nada ni pensar ni ver los horrores que suceden cada minuto soy un observador ideal para reconocer esto: no quiero saber nada, no podría soportar tanta evidencia. El avestrucismo es mi lema. El clavo ardiendo aún está medio templado. De hecho, toda esa gente que veo por la calle –incluyendo los escopeteros de Napoleón– es real, y está de buen ver. Pero hemos llegado a un punto en que los informes científicos no hacen falta porque las conclusiones y las predicciones se posan en nuestro propio epigenoma. Cada día es más difícil negarlo, pero esto marcha: se siguen cableando eriales y sembrados, y confiamos que volverá a nevar y que ese gorrión no se caerá a peso por el calor. Pero los poderes que nos gobiernan (o lo fingen, porque tal vez no gobiernan nada) quizá no se deciden a afrontar este calentón con la firmeza que requiere. Se puede pensar que las calamidades últimas –crack 2008, pandemia coronavirus, invasión de Ucrania– son una respuesta inconsciente o automática del sistema (sea lo que sea, decídalo usted) para aplazar el auténtico problema y las acciones para arreglarlo. O quizá es al revés y estas catástrofes encadenadas son síntomas de lo otro. Pero ¿qué es lo otro?

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión