La guerra te da sorpresas
Cuando a finales de febrero lanzaron la invasión, los rusos pensaban que se iban a merendar Ucrania en cuatro días.
Entrarían en Kiev en un santiamén y entre vítores, Zelenski saldría huyendo, pondrían allí un gobierno favorable a Putin, se quedarían, sin que nadie les chistase, con las provincias que les interesasen y todo aquello sería una versión bis de la Bielorrusia de Lukashenko, es decir, un estado títere sumiso a los dictados de Moscú. Pero se equivocaron. Habían medido mal sus fuerzas, subestimaron las del adversario, fueron prepotentes y no contaron con las sorpresas que da la guerra. Y lo están pagando. Ahora, Ucrania y sus valedores –entre los que también estamos los españoles– parecen convencidos de que no solo el país salvará su independencia, sino que va a ganarles la partida a los rusos. Los expulsarán de todo el territorio ocupado desde el 24 de febrero, o incluso de lo que se quedaron en 2014, incluida Crimea. Y Occidente, gracias al sacrificio de los ucranianos, no solo frustrará las intenciones de Putin, sino que le endosará una derrota estratégica, decisiva, que dejará a Rusia debilitada militar, política y económicamente durante décadas y al régimen de Putin, a punto de derribo. Con expectativas tan favorables, hablar de paz, salvo que Moscú acepte de antemano su derrota, lo que no hará, carece de sentido. El objetivo es la victoria total. Ahora bien, ¿están seguros en Kiev y en Washington de que calculan bien sus fuerzas?, ¿no estarán subestimando al adversario?, ¿no habrá cambiado ahora de bando la prepotencia? Lo que es seguro es que cada día de guerra hay muertos y heridos, y sufre la economía en Ucrania, en Rusia y en todo el mundo. Y que la guerra, mientras dure, seguirá dando sorpresas