Director de HERALDO DE ARAGÓN

Controlar el relato

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La crítica más ajustada que se le puede realizar a Javier Lambán es que ha perdido el control del relato político sobre la candidatura olímpica. 

La política hace tiempo que dejó de sostenerse en el peso de la razón para pasar a apoyarse en el mensaje, en los públicos y en la búsqueda de la satisfacción de estos últimos. Las justificadas críticas del presidente aragonés ante la falta de un equilibrio en el reparto de las pruebas, su respuesta en forma de silla vacía en la primera mesa negociadora y la negación del papel mediador del Comité Olímpico Español (COE), una secuencia que mantiene su lógica para una parte de la opinión pública, le ha convertido a ojos del Gobierno de España en un inconveniente más que en un facilitador, papel este último que, conviene no olvidar, Madrid decidió asignarle en origen.

Resulta curioso cómo llegan a interpretarse los hechos, pero la fuerte atención que la Generalitat recibe del Ejecutivo central, producto de las matemáticas parlamentarias y también de los argumentos logrados a causa de los errores de los técnicos aragoneses, ha debilitado a la DGA en esta suerte de enfrentamiento que amenaza con convertir la candidatura en una posibilidad fallida; un nuevo fracaso que, desde luego, no sería bien entendido en el Pirineo aragonés y que, en parte, también encuentra su origen en la ausencia de un relato sólido de lo que significa para el Pignatelli la industria de la nieve, su capacidad de fijar población y de generar riqueza.

Tampoco Lambán lo está teniendo fácil. La Generalitat no se comporta como un socio amigable y colaborador, dispuesto al entendimiento y el acuerdo. Pere Aragonès se expresa con un insaciable apetito y en permanente desafío, como si Aragón molestara o fuera un incómodo acompañante del que fuera necesario deshacerse. Un elocuente menosprecio que Lambán no puede ni debe tolerar y que, lejos de forzarle a doblar la cerviz, ha servido para elevar el tono del enfrentamiento. El presidente aragonés, que no ha rehuido el choque porque también sabe de rentabilidades políticas, no ha encontrado en Pedro Sánchez ni el amparo ni la firmeza que, más que en Aragón, era imprescindible fueran escuchados en Cataluña.

Encastillado en el mensaje del agravio, Lambán se ha aferrado a un principio de equidad que, debe reconocerse, le fue garantizado y que no se ha cumplido. Habría mucho que desentrañar para conocer qué le impidió frenar la deriva de las conversaciones técnicas que inclinaron la balanza en beneficio de Cataluña, pero el empeño del COE y de Alejandro Blanco siempre ha sido el de presentar una candidatura que bajo el nombre de Pirineos llevase a España, y no a dos comunidades, a lograr la designación. La candidatura mixta, dotada de una elevada carga política que Lambán podría capitalizar si no hubiese amplificado el enfrentamiento contra la amenaza catalana, evidencia la asunción por parte del independentismo de la imposibilidad de mostrarse ante el mundo en solitario y su obligada sumisión a los designios del Gobierno central. La candidatura pertenece a España, siendo gestionada por el COE, una pieza de seguridad que ha dejado claro a Cataluña que nunca contará con la autorización necesaria para embarcarse en solitario en una aventura de este calibre, pero que tampoco permitirá a Aragón, después de los repetidos fracasos, emprender una travesía que pudiera alterar el sentido de Estado que posee la propuesta.

Es muy difícil que, dadas las actuales circunstancias, la candidatura prospere. El tiempo apremia y el acuerdo no llega. Diversos representantes del Pirineo aragonés serán escuchados hoy en el Pignatelli. La cita, que refleja un giro en la gestión personalista que el presidente ha adoptado hasta la fecha, servirá para mostrar el consenso aragonés sobre el deseo de organizar los Juegos, algo que, pese a todo, no logrará reconvenir la postura catalana, con un relato preparado ante cualquier posibilidad. Puede que lo que más preocupe a Lambán en este momento sea la reacción de los propios, cuya unidad no se ha esforzado en lograr, por lo que esta reunión quizá tenga algo de defensa personal y de socialización de un presumible fracaso que, aunque se explique por la deslealtad de la Generalitat, el presidente siempre supo que podía producirse y no ha podido soslayar.

España, Aragón y Cataluña se merecen unos Juegos de invierno. Una candidatura que, más allá de las dos semanas que duren las pruebas, permita situar al Pirineo en el mapa de los grandes espacios invernales del planeta gracias a unas infraestructuras imprescindibles y a una publicidad única. Se trata de un proyecto ilusionante que se inicia con una designación y que puede no concluir satisfactoriamente si no se actúa con responsabilidad, altura de miras y visión de futuro. No es igual perder una oportunidad que dejarla escapar. No hay duda de que el presidente Lambán ha tropezado con su propia estrategia, por lo que ahora el diálogo discreto y la cesión resultan más complicadas, casi imposibles de introducir sin un mínimo de generosidad política por las partes.

Después de tantos meses de desvelos, hay que convenir que ha faltado una estrategia clara, un proyecto de Comunidad donde los Juegos de Invierno tendrían que encajar por sí solos, un relato convincente.

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