Miren a San Mamés

Vista del estadio de San Mamés
Miren a San Mamés
VINCENT WEST

Ahora que Zaragoza se apresta a construir un nuevo estadio de fútbol a la medida de las necesidades de una ciudad como la nuestra y que se ha abierto el debate sobre su emplazamiento, aunque la evolución y perspectivas del equipo que nos representa sean tan desilusionantes, sería conveniente ver qué han hecho en otras ciudades que albergan estadios no solo para sus clubes sino para diferentes eventos susceptibles de llevarse a cabo en sus instalaciones, teniendo en cuenta además el impacto ciudadano que suponen y el fomento de la afición que pueden representar.

No soy fan del balompié, pero como ciudadano de esta inmortal ciudad me creo con el derecho a echar mi cuarto a espadas; y empezaré diciendo que estoy de acuerdo con el criterio del alcalde de mantener el actual emplazamiento de la Romareda. Creo que el sector dispone del espacio suficiente para acometer una amplia remodelación incluyendo posibles operaciones urbanísticas que pudieran contribuir a la financiación del nuevo campo. Me parece que situarlo en una zona de la ciudad consolidada es un acierto desde diferentes puntos de vista: accesos, aspectos comerciales, nuevas dotaciones de servicios…

Hace solo unos días he estado por Bilbao y mis familiares me han llevado a conocer por dentro el estadio de San Mamés, ubicado en pleno ensanche, en una zona que bien podría asimilarse a nuestra Romareda. El nuevo San Mamés, por cierto, una verdadera ‘bombonera’ con algo más de 50.000 localidades, situado en el mismo emplazamiento que el anterior y veterano estadio, dispone de instalaciones abiertas todos los días al publico y, por supuesto, a los socios y a la afición: museo histórico del club, amplia cafetería, posibilidad de visitas al graderío y campo, instalaciones deportivas complementarias…

El antiguo estadio ha sido objeto de sucesivas renovaciones y ampliaciones, manteniendo siempre el emplazamiento primitivo que data de 1913; y que siempre ha gozado del apoyo de las entidades financieras vascas, de las instituciones, del club y de la afición, que en alguna ocasión aportó buenos recursos por suscripción popular. Hasta en estas cuestiones es interesante mirar hacia San Mamés.

Sé también que nuestro alcalde ha echado ya más de un vistazo al campo bilbaíno y que seguramente se habrá quedado enamorado de esa ‘catedral’. Revisar su historia, su evolución, su financiación y su imbricación en la ciudad puede ser un ejercicio válido para ilustrar la decisión que el Ayuntamiento de Zaragoza debe adoptar.

El de Bilbao es un ejemplo muy cercano a lo que podríamos hacer en Zaragoza. Por eso me permito invitarles a mirar a San Mamés.

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