Cumpleaños en el Teatro Romano
No es tan conocido fuera como otras referencias monumentales de Zaragoza –el Pilar, la Aljafería, sobre todo– y por eso muchos visitantes siguen asombrándose al asomarse a los restos del bimilenario Teatro Romano, imponentes, bien conservados, accesibles. Excepcionales, en una ciudad donde la norma ha sido y es el desprecio hacia el patrimonio.
Mañana se conmemora el quincuagésimo aniversario de la publicación de su descubrimiento. Es una historia con su punto de épica periodística: final de la dictadura, un chaval que da la voz de alerta cuando la destrucción ya está en marcha, la noticia sale en este diario y se logra detener el desmán.
Lo que sigue es un largo proceso de intervenciones, fundamentalmente arqueológicas pero no solo, que concluirían en 2003 con la apertura del Teatro Romano como un primerísimo atractivo cultural y turístico, con un museo adyacente que contribuye a explicarlo. Por allí han pasado desde entonces unas 800.000 visitas, las cuales pueden alargar la experiencia acercándose al Foro, al Puerto Fluvial o a las Termas, los otros museos con los que se ha conformado una ruta por el pasado romano.
El aniversario del hallazgo se está celebrando discretamente. Hubiera sido una buena ocasión, por ejemplo, para reponer el audiovisual que antes se proyectaba sobre doce gigantescas pantallas suspendidas de la cubierta.
O, siendo ambiciosos, por qué no para culminar de una vez la recuperación de los restos del monumento, lo cual pasa por demoler la iglesia del Sagrado Corazón, desacralizada, de poco valor –incomparablemente inferior, en todo caso, a lo que se oculta bajo ella– y de también escaso uso, más allá de servir de almacén de los faroles y carrozas del Rosario de Cristal.
