La reelección de Macron
La victoria de Emmanuel Macron en las elecciones presidenciales francesas supone un importante factor de tranquilidad para la política europea.
Macron marcó en la segunda vuelta una clara distancia sobre Le Pen, lo que supone un triunfo personal que lo convierte en el primer presidente que consigue la reelección desde 2002. No obstante, deben preocupar tanto la abstención, la más alta desde 1969, como el avance de las posiciones extremistas.
La concentración del voto de parte de la izquierda y de la derecha tradicional en el actual presidente ha permitido a Macron obtener una victoria relativamente holgada. Pero la comparación con los resultados de 2017, cuando también se enfrentó a Le Pen en la segunda vuelta y obtuvo el 66% de los votos, señala que la apuesta de los franceses por la opción moderada se ha ido estrechando, lo que resulta sin duda preocupante para el sistema democrático, al igual que la elevada abstención registrada. Que una líder populista, hipernacionalista y euroescéptica, como Marine Le Pen, al frente de una formación de raíces xenófobas, hubiera alcanzado la presidencia de uno de los socios con mayor peso hubiera supuesto para la Unión Europea el comienzo de un periodo de turbulencias que pondría en riesgo muchas de las políticas del proceso europeo. El triunfo de Macron significa por tanto un bienvenido mensaje de estabilidad, tanto más necesario en un momento en el que Europa lidia con la guerra de Ucrania y con considerables problemas económicos. Ello no obsta para que sea necesario reflexionar sobre la percepción que muchos franceses tienen del presidente como una personalidad elitista y alejada de los problemas cotidianos de gran parte de la ciudadanía. Salvar ese alejamiento entre la política institucional y el ciudadano debe ser, en Francia y en toda Europa, una prioridad para contrarrestar el avance que populismos de diverso tipo están consiguiendo en los últimos años.
