Gran Jorge contra pequeño Jorge

Jorge contra Jorge
Jorge contra Jorge
Lola García

En Rusia y Ucrania veneran a san Jorge.

 Como en Aragón, Inglaterra, Georgia, Génova o Cataluña. Este año van seguidos san Jorge y la Gran Pascua rusa, la festividad cristiana de la resurrección de Cristo. En Rusia, todo lo que aspire a ser importante ha de ser grande. Putin es un gran feligrés del Gran Patriarca Cirilo de Moscú. Su religiosidad es tan grande que también ha financiado la construcción de la gran mezquita de Moscú, la mayor de Europa, en donde todo es nuevo, salvo un pelo del profeta Mahoma que custodia con esmero el Gran Muftí Ravil Gainutdin. Gran Pascua, Gran Patriarca, Gran Muftí. Gran Rusia.

Grande será la conmemoración del 9 de mayo, día de la gran victoria en la Gran Guerra Patriótica frente a las tropas de Hitler en 1945. Habrá Gran Parada en la gran Plaza Roja y empezará con un gran mariscal sobre un auto negro, santiguándose (por si acaso) antes de ordenar que comience la gran exhibición.

Así, entre san Yuri, la Gran Pascua y la Gran Victoria, el gran presidente de la gran Federación Rusa va a utilizar con esmero su gran aparato de propaganda interior, el agitprop. El exterior lo empleará también pero sin éxito. Quienes vean esas grandes ceremonias desarrolladas en la gran Moscú y se pregunten dónde está el gran san Jorge, sepan que mora en la gran profusión de lazos y cintas con franjas naranjas y negras. Son cintas de san Jorge: como aquí, el 23 es el Día de San Jorge, ‘Yúriev Den’. Pero a lo grande. En plan ruso.

Orden de San Jorge

La gran tradición imperial de Rusia, de la que Putin es gran beneficiario, hizo con san Jorge lo que Castilla y España con Santiago: elegirlo patrono de las batallas y, por eso, titular de incontables devociones. También, aunque de modo más tardío, en Aragón.

Los zares crearon en el siglo XVIII la Orden de San Jorge como gran condecoración militar del Imperio Ruso. España operó así con Fernando III, mortal, guerrero y santo, como Jorge/Yuri, y lo simbolizó con una cruz formada por cuatro espadas rodeadas de laureles. Rusia vistió a Jorge de franjas negras y naranjas (doradas, al inicio). La Orden de San Jorge estuvo en vigor hasta la revolución bolchevique de 1917, que la abolió; pero su prestigio era tan alto que Stalin hubo de consentir su uso a quienes la poseían: los rusos identificaban la cinta con el valor en combate. Por eso el régimen soviético mantuvo el símbolo, si bien la llamó ‘Medalla de la victoria sobre Alemania’. Aún la llevan los veteranos supervivientes, cargados de años, que se ven en los palcos de la Plaza Roja. Putin ha reforzado su uso, como señal de identificación del pueblo ruso con su Ejército y ahora la llevan casi todos los uniformados. San Jorge, la hoz y el martillo, el Gran Patriarca y el Gran Muftí, Cristo y Mahoma. Por si acaso. Está en la idea putiniana de la Gran Rusia. Cabe todo, menos desobedecer.

El éxito ha sido tal que los ucranianos antirrusos, que ya son los más, queman esas cintas por la calle. Solo ven en ellas a la Rusia de los cañones y los tanques.

Ucrania, como Rusia, venera a san Jorge. Leópolis (Lviv) es la ciudad más monumental de Ucrania. De tamaño similar a Zaragoza, su catedral católica es una belleza rococó cuya estampa se difundió mucho cuando Juan Pablo II la visitó: Leópolis tiene un intenso pasado polaco, como la propia Ucrania. El templo está dedicado al jinete celeste, que corona su fachada en una espectacular manifestación de arte ecuestre barroco, obra esmerada de Iván Pinzel.

Ucrania rebosa tradiciones georginas. Es Yuri quien hace brotar las cosechas del fértil suelo del país, que sacerdotes y popes bendicen ese día. Hay romerías y almuerzos campestres, en los que se ofrecen vituallas al santo, metiéndolas bajo tierra. Se ejecutan rituales contra el mal, para anular los hechizos que dañan a los frutos y a los animales, que dejan a las vacas sin leche o causan esterilidad. En el centro de Leópolis, todavía en 1999, el concejo encargó a Andrei y Volodímir Sujorski, una efectista estatua de Jorge, quien, con su larga lanza milagrosa, ataca al Mal, en forma de sierpe gigante.

Es probable que ayer y hoy haya celebraciones del Jorge ucraniano para oponerlo al Jorge ruso, en apariencia iguales. Pero el Jorge ucraniano, aunque guerrero, está a la defensiva, mientras que el Jorge moscovita es visto como agresor. La percepción dominante en Occidente (que tiene su propio agitprop, con sede en Washington): opone hoy a un suave Jorge agropecuario frente a otro, rector de una inmensidad de tierras, gentes y recursos, asistido por un político tan nacionalista como su rival de Kiev, solo que más agresivo y dominante.

Entre tanto, el Día de Aragón se celebró ayer con abrazos, discursos, libros y dulces. La grandeza estuvo en las efusiones cívicas, mostradas con voluntad de convivir en la diferencia. El san Jorge aragonés es muy cordial. Pero no exportable.

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