El virus vuelve a China

El virus vuelve a China
El virus vuelve a China
Pixabay

Mientras aquí nos guardamos la mascarilla en el bolsillo, dando por medio cierto que el virus ya no puede con nosotros (ojalá que no acabe siendo medio falso), en China tienen confinada la ciudad de Shanghái. 

Que no es poca cosa, porque la metrópolis shanghainesa cuenta con unos veinticinco millones de habitantes. Los chinos llevan dos años presumiendo del éxito de su política de ‘tolerancia cero’, que les permitió frenar en seco la propagación de la covid-19 a los cuatro meses de haber detectado los primeros casos. Aunque los datos que facilita el opaco gobierno de Pekín siempre son dignos de sospecha, parece cierto que, dado el tamaño del país, en China se habían producido hasta ahora muy pocos contagios y muy pocas muertes a causa de la pandemia, gracias a las drásticas medidas que tomaron desde el principio. Pero ese triunfo puede convertirse en una pesadilla. Frente a la muy transmisible variante ómicron, China juega ahora con clara desventaja. En parte porque sus vacunas han resultado ser menos eficaces que las utilizadas en Occidente. Y en parte porque al haber tenido tanto éxito controlando el virus, ahora hay muy pocos ciudadanos chinos que hayan desarrollado inmunidad natural contra él, al revés de lo que ocurre por ejemplo en España. Así que en Shanghái se han disparado los contagios y la ciudad lleva confinada desde el 28 de marzo, con cuarentenas estrictas para los contagiados, a veces en condiciones penosas, con escasez de alimentos en algunos momentos y, al parecer, con un creciente descontento de la ciudadanía, que ni siquiera puede expresar sus quejas o sus temores, porque allí la libertad de expresión brilla por su ausencia. Y el virus sigue recorriendo el mundo.

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