Desde hoy, en Aragón y en toda España, el uso de mascarilla deja de ser obligatorio en casi todos los espacios interiores, un paso hacia la normalidad que será bienvenido por la mayor parte de los ciudadanos. 

Pero que no quiere decir que la pandemia haya pasado por completo, ni debería significar que los ciudadanos dejen de lado el sentido común, la prudencia y el respeto. Además de las excepciones previstas en la norma, todos sabemos que hay situaciones en las que ponerse la mascarilla seguirá siendo muy conveniente.

El alto grado de protección colectiva frente a la covid que confieren la vacunación masiva y la inmunidad adquirida al pasar la enfermedad permiten a las autoridades dar un paso más en la retirada de medidas preventivas frente a la covid-19. Un paso que, aunque deseado seguramente por la mayoría, no está exento de algunos riesgos. Conviene recordar, en primer lugar, que la mascarilla seguirá siendo obligatoria para trabajadores y visitantes en centros sanitarios y en residencias, además de todo tipo de transportes públicos. Y en Aragón, la DGA recomienda que los docentes sigan llevándola en los colegios. Asimismo, muchas empresas y no pocos ciudadanos preferirán mantener la precaución. En todo caso, se notará el cambio al entrar en comercios, espectáculos y establecimientos de hostelería, pero todos hemos aprendido lo suficiente, durante más de dos años, para detectar situaciones en las que, por la concentración de gente o por la presencia de personas vulnerables, deberemos aplicar la prudencia y el respeto y utilizar una mascarilla. Por otro lado, la misma experiencia de la pandemia debería impulsar a los gobiernos a tomar las medidas que permitan consolidar una producción nacional, o incluso aragonesa, de un elemento sanitario tan sencillo como la mascarilla, pero que tantas vidas ha podido salvar, y que podría volver a ser indispensable en el futuro.