Es emocionante ver cómo los pueblos y las ciudades de Aragón recuperan estos días las conmemoraciones populares, en la calle, de la Semana Santa después de dos años en los que la pandemia obligó a suspenderlas. 

Son cientos de actos que, por todos los rincones de la Comunidad, aúnan el sentido religioso con la tradición, con el arte y la cultura y con el atractivo turístico. Su regreso nos devuelve a todos un viso de normalidad y un sentido de nuestra identidad colectiva.

Los miles de aragoneses que participan en la preparación y en la celebración de la Semana Santa recibieron en 2020 y 2021 un duro golpe cuando la mayoría de los actos populares tuvieron que ser suspendidos para prevenir la propagación de la covid. Estas celebraciones, junto a su esencial sentido religioso, tienen un indudable valor cultural y antropológico, constituyen no solo una seña de identidad –característica de nuestro país y de nuestra región y, al mismo tiempo, con infinitas modulaciones locales–, sino todo un patrimonio que hay que cuidar y mantener. El regreso a las calles de las procesiones, el sonido recuperado de los bombos y los tambores, las representaciones de la Pasión que regresan traen consigo, por eso, una emoción fundamental, y suponen un paso significativo en el esfuerzo de la sociedad aragonesa para recuperar la normalidad perdida a causa de la pandemia. Y por supuesto, las celebraciones de la Semana Santa aportan también, gracias al atractivo y la espectacularidad que conllevan, un impulso importante para la economía, como muestran las previsiones turísticas para estos días, que supondrán un alivio para un sector que ha sufrido mucho durante estos dos últimos años. La masiva participación popular es el mejor indicador del arraigo, la trascendencia y el valor social que tienen las celebraciones populares de la Semana Santa. Su recuperación es una buena noticia que la sociedad aragonesa estaba esperando.