En abril
En abril
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Los días claros se ve el Moncayo desde detrás de la iglesia, dice una preciosa canción de Ángel Petisme que hoy me ha venido a la memoria. 

Me he dado cuenta de que ya solo canto en mi cabeza. Ayer le grabé a una amiga un cumpleaños feliz y comprobé que había olvidado entonar y que tendría que renunciar al canto, o bien empezar de cero.

Mi abuela era muy cantarina, al igual que sus hermanas, al igual que muchas mujeres que vivieron tiempos duros mucho antes de que los avances tecnológicos nos silenciaran malamente. Cantaban zarzuelas, romanzas, boleros, tangos y alguna jota de vez en cuando. Mi tía Petra, que tenía una voz angelical, cantaba en la iglesia, según me ha contado mi madre. Murió joven y apenas la recuerdo. Sí recuerdo a mi abuela cantando en la galería de casa, rodeada de plantas, o en el granero mientras cosía a máquina grandes telas para la recogida de las almendras. Yo antes solía cantar en el coche, cuando en la radio daban canciones de mi época y estábamos de viaje por una carreterilla de poco tráfico, siempre mal asfaltada, siempre atravesando bellísimos paisajes. A veces echo de menos a la que fui, igual que echo de menos a mi abuela y a mis tías.

El cierzo ha soplado con fuerza toda la noche y me he asomado a la ventana para ver al Moncayo que "ya no ampara". La canción de Petisme continua: "Donde muere la carretera, muy pocos quedan. Donde muere la carretera alguien me espera". No me atrevo a cantarla en alto. La melodía, sin embargo, ha empezado a germinar como un bulbo enterrado dentro de la que fui.

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