Selvas y coches

Selvas y coches
Selvas y coches
Pixabay

He vivido estos días la curiosa situación de buscar una plaza de aparcamiento sin tener aún mi coche. 

La cuestión es que ahora que la gasolina está batiendo todos sus récords de precio, yo he decidido comprarme uno. Valoré la opción eléctrica pero vistos precios, autonomía y prestaciones, ese mundo de momento pertenece a quien esté dispuesto a gastarse un buen pellizco en un coche; desparrame que no cabe en mi cerebro para esas cuestiones. Así que yo iba a ver las plazas como el que va a ver un piso y minutos después, ahí estábamos el propietario o portero de la finca y yo, mirando un trozo de suelo delimitado por unas líneas. La propiedad privada en su expresión más somera y primitiva. La situación se ponía empática cuando la persona me explicaba cómo meterlo en esa plaza simulando ir conduciendo, con las manitas como sujetando el volante: "Tú vienes por aquí, frenas y ya, marcha atrás", y se ponía a andar para atrás. Yo me sentía tan desubicado por su esfuerzo y ‘performance’ que a punto estuve de decirle a alguno que me montaba a su lado y así veía mejor la maniobra. Otra, tan apurada por mis silencios, ya me dijo que me iba a enseñar otra cosa. Me llevó a un rincón de azulejos blancos, me enseñó un grifo reseco sin manguera y me dijo: "Y aquí puedes ducharlo; o sea, lavarlo". A lo que yo respondí: "Señora, tiene usted una plaza de aparcamiento preciosa". Y nos fuimos.

Con la recuperación económica poscovid algo más complicada que aquella segunda edición de los felices años veinte que nos vendían cuando el virus apuntaba como una amenaza más firme que la actual y el dinero de Europa estaba pedido pero sin servir, el mundo de las plazas de aparcamiento me ha descubierto un nuevo exceso inmobiliario ajeno a los contextos. Plazas ubicadas de tal forma que el coche solo encaja si le das antes unos martillazos a la chapa; propietarios pidiendo 250 euros al mes "porque me tiene que quedar algo después de pagar al chico que limpia el garaje"; o inmobiliarias que anuncian el precio sin IVA para darte luego la sorpresa, son algunas de las lindezas que me he encontrado en este periplo selvático para lograr un trozo de suelo con techo donde poner a reposar algo inerte. Miedo me da el que negocie por mí en el futuro un nicho en propiedad para aparcarme en una sola maniobra.

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