Chesús Bernal

Chesús Bernal.
Chesús Bernal.
José Miguel Marco

Estos días se han cumplido tres años de la muerte de Chesús Bernal. 

Pocos como él tuvieron el instinto, la audacia y el coraje de levantar un nuevo partido político casi de la nada, sólo con los pocos restos aragonesistas que quedaban del PSA y un pequeño, aunque hacendoso y brillante, grupo de jóvenes que en casi ningún caso habían cumplido los 30 años. Quiso enlazar con los movimientos aragonesistas de la emigración en Barcelona de antes de la guerra (esos que se agruparon en torno a la revista ‘El Ebro’), pero pronto comprendió que esta nueva generación de aragonesistas estaba mucho mejor preparada y, en unos pocos años, dispuesta para gobernar. Chesús hubiera sido un gran presidente de Aragón porque tenía carisma, capacidad de trabajo, honestidad y solvencia intelectual. Pero no siempre gobiernan los mejores ni los más capacitados. Gobiernan los que el pueblo elige en listas cerradas y, por tanto, a la postre, los que seleccionan los aparatos o las bases de los partidos. Por eso los presidentes, o los jefes de la oposición, a veces salen bien y otras veces no salen como debieran. Chesús fue un gran líder –querido hasta el éxtasis por los suyos y extraordinariamente respetado por los adversarios– y también habría sido un gran presidente o un gran jefe de la oposición. No pudo gobernar, porque Marcelino Iglesias prefirió otro socio más dócil y llevadero, pero logró que su partido llegara a ser el tercer partido de Aragón, con casi cien mil votos y 9 diputados en las elecciones de 2003. Será muy difícil que surja por estos parajes otro como él.

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