Por
  • Pedro Rújula

Resistencia

Área atacada por Rusia en un centro comercial de Kiev esta semana
Resistencia.
MARKO DJURICA/REUTERS

Una ciudadanía armada que resiste. 

Un fuerte mensaje político que cohesiona las fuerzas. Contendientes manifiestamente desiguales en potencia y preparación. Una resistencia a priori condenada al fracaso. Sacrificios para un objetivo de escala superior. Operaciones que se alargan. Desgaste. Defensa a ultranza, hasta la destrucción total, calle a calle. La derrota del más débil se demora. Sin victorias decisivas. Se pierde el efecto sorpresa. La resistencia cobra confianza. Tal vez lo imposible no lo es tanto. El ejemplo es utilizado como arma contra el agresor. Los ejércitos atacantes se desgastan en tierras ajenas. Los combatientes que defienden sus casas y a sus familias lo hacen con la convicción de una batalla sin excusa. La guerra es total. No hay diferencia entre combatientes y no combatientes. Mujeres, niños, ancianos, son parte importante de esta guerra…

Podía ser hace doscientos años, aquí mismo, en Zaragoza, durante los Sitios. Pero es hoy, en Ucrania, en el otro confín de Europa. Sin embargo, es la guerra de siempre. Los imperios tienen eso. Sin oposición, ni medios de prensa libres, terminan creyendo su propia propaganda y alejándose de la realidad. No hay duda de que su poder es muy grande y su capacidad de destrucción inmensa. Las tropas de Napoleón volvieron a la ciudad de los Sitios para destruirla. Putin necesita una victoria en medio de tanto barro y descoordinación. ¿Cuál es el precio que un régimen autocrático está dispuesto a pagar por una aventura como esta? 

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