¿A quién creer?

¿A quién creer?
¿A quién creer?
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Madrid ha vuelto a los niveles de pobreza de 2008, el año de la gran crisis económica: 1,5 millones de personas desfavorecidas cuya causa principal ha sido la pandemia. 

Enrique Ossorio, portavoz del Ejecutivo: "Me encanta que existan estos informes, pero que sean más objetivos […] Si uno sale a la calle y le dicen que hay tres millones de pobres… pues, ¿por dónde estarán?". Miraba hacia el suelo, desde su atril, a izquierda y a derecha, simulando una búsqueda de pobres. En sus palabras contrapone subjetividad de los ciudadanos frente a objetividad del informe de Cáritas. Quizá se deba a una percepción muy antigua y desajustada de lo que es la pobreza: no es una marca visible, tiene que ver con las condiciones del día a día. También la presidenta negó la objetividad de los datos. Supongo que también negará estos otros: Banco de Alimentos: 186.236 personas al día; 7.400 niños lactantes; Cruz Roja: 101.550 madrileños atendidos en 2021 en extrema vulnerabilidad; INE y del informe Arope: el 20,9%, en exclusión social: "Un total de 328.873 niños, niñas y adolescentes en Madrid viven en hogares con unos niveles de ingresos por debajo del umbral de la pobreza". Sus declaraciones quizá puedan entenderse desde dos lógicas compatibles entre sí: por un lado, su ignorancia de la metodología de dicho informe y, por el otro lado, su desconocimiento de la sociedad que gobierna. Dichas declaraciones demuestran por una parte su ceguera; ya saben el dicho: no hay peor ciego que el que no quiere ver. Pero lo más preocupante de un consejero de Educación es no solo no querer ver, es desconocer esta realidad que existe. Pues más allá de los centros de privilegio hay otros en la periferia de marginalidad y ocultamiento. Por otra parte, intentar querer matar al mensajero implica no conocer el respeto y consideración de dicho informe en el mundo académico.

Que la pobreza no se vea no quiere decir que no exista

El director de ‘La Razón’, Francisco Marhuenda, va más allá y apuesta por descalificar políticamente al mensajero: "Hay pobreza. Sí, claro, porque lo dice Cáritas, porque la controla la izquierda, la controla Podemos... Y más con este Papa". Le refresco su memoria con un párrafo del capítulo de ‘La mejor política’ de la encíclica ‘Fratelli tutti’: "El panorama mundial hoy nos presenta, sin embargo, muchos falsos derechos, y a la vez, grandes sectores indefensos, víctimas más bien de un mal ejercicio del poder".

Comparto las declaraciones de Raúl Flores, coordinador de estudios de Cáritas: "El nivel moral de una sociedad se mide por cómo afrontamos la realidad de las personas más pobres y más vulnerables". Y manda un mensaje claro: "La gran parte de la pobreza no se ve a simple vista, está en sus casas con familias que hacen todo lo posible por salir adelante". Su trabajo, como todos los que mide la desigualdad y la pobreza en ciencias sociales, se realiza con un sistema de indicadores basado en 37 rasgos de exclusión social que nos hablan de dimensiones más allá de la del empleo o la economía, y que tienen que ver con la educación, con la salud, con las situaciones de la vivienda, con la participación de ciudadanía social y política y, también, con las situaciones de soledad, de aislamiento y de conflicto social.

Esta crisis ha impactado fundamentalmente en tres colectivos: ha profundizado en la brecha de género, la brecha de edad, pues son muchas las familias que no pueden pagar las actividades extraescolares de sus hijos o no pueden apuntarle a la excursión del cole porque no es una prioridad, y, por último, la brecha de nacionalidad. Estos tres colectivos, que viven en entornos muy urbanos, ya ocupaban la posición más frágil y más precaria dentro del mercado laboral y la han incrementado.

Los informes de Cáritas
sobre pobreza y exclusión social se hacen con una metodología rigurosa,
y no deberían ser puestos en cuestión por conveniencias políticas

Lo visible y lo invisible se dan la mano. Es mucho más fácil ver a una persona sin hogar paseando por la puerta del Sol, que ver a las miles de familias que viven en sus casas, que trabajan y que, a pesar de trabajar, no llegan a final de mes. Somos muchos los ciudadanos de este país que no somos ciegos y sabemos a quién creer. Conocemos que Madrid es una comunidad rica que, junto con altas rentas, existen personas que viven en condiciones de pobreza y precariedad económica. Y creemos que estos informes deben de servir no solo para conocer y poner la desigualdad en la agenda mediática, sino, sobre todo, para proponer cambios y transformaciones sociales que ayuden a construir una sociedad más cohesionada y más justa.

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