Dulce comercio

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Dulce comercio
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En ‘El espíritu de las leyes’ (1748), el barón de Montesquieu afirmó que "el resultado natural del comercio es inducir a la paz", porque el comercio conecta a las naciones y transforma las inquietudes belicosas, basadas en el orgullo y la gloria, en pasiones como la vanidad y el deseo de ganancia, que, para disgusto de la moral tradicional, en el siglo XVIII empezaron a ser bien vistas. 

Esta innovadora concepción, que oponía el ‘dulce comercio’ a la ‘conquista’, fue parte esencial del ideario de la Ilustración.

Conforme a lo anterior, Montesquieu precisó que "la ausencia total de comercio genera el saqueo de unas naciones por otras". Así que al pensador francés probablemente le sorprendería que hoy usemos sanciones económicas para resolver los conflictos sin violencia, y coincidiría con los estudios que muestran que dichas medidas son poco eficaces, dañan más a las clases populares y dan argumentos a los regímenes que se pretende hacer caer.

Mas no todo era ingenuidad en Montesquieu. También dijo que "el comercio modera las costumbres de los bárbaros, pero corrompe las puras», y que, para que el comercio endulce, se precisa que "las leyes moderen la desigualdad que genera".

Trayendo al presente estas ideas, podría decirse que la Rusia actual es fruto de la aberrante desigualdad que surgió del proceso privatizador de la URSS, que tuvo lugar en un periodo, iniciado en los años ochenta del siglo XX, en el que las democracias liberales desregulaban los mercados y emprendían una vía de progresiva desigualdad, que, lejos de moderarse, galopa en estos tiempos.

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