Por
  • Eva Pérez Sorribes

La trampa eslava

La trampa eslava
La trampa eslava
Pixabay

En todas las guerras se hacen negocios. 

La guerra en sí misma es un gran negocio. Oscuro y viscoso como la sangre que provoca y sobre todo tremendamente desigual. Ucrania, pone los muertos y el país, Europa, padece la crisis y la llegada masiva de refugiados, y mientras tanto al otro lado del charco, la Bolsa sube, las importaciones se disparan y la industria armamentística se frota las manos. El gas licuado norteamericano es ya el primero que se compra y consumirá en España, por encima incluso del que llega de Argelia. Y pronto veremos también cómo llegan cereales, cerrado por la guerra el granero de Europa. Las crisis -y las guerras son su máxima expresión- son generadas en el sistema para su propia supervivencia, la que recoloca a los de arriba donde siempre han estado y vuelve a su sitio lo que había subido donde no le correspondía. No tiene justificación ni defensa posible la invasión de ningún territorio, pero sí causas y contextos que lo explican, aunque la primera víctima de una guerra sea siempre la verdad y se linche a quien se atreva a decirla como le pasó hace unos días al general Pedro Baños. Pero la verdad se sacrifica porque la mentira es un arma poderosa. Y hace falta crear relatos, resucitando bloques que ya habían sido derribados, para generar emociones más que análisis rigurosos. En Aragón lo que se está generando es un roto en las granjas por la falta de piensos, en los transportistas, de huelga desde ayer, por la subida del gasoil, y en los hogares por la subida de todo con una inflación disparada. ¿Quién gana con Europa en declive y con Rusia de enemigo en vez de socio? Está muy claro aunque sea una trampa tan oscura.

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