Director de HERALDO DE ARAGÓN

España y sus aliados

Sánchez participa en la reunión por videoconferenia que han mantenido los líderes de la OTAN
España y sus aliados
POOL MONCLOA/Borja Puig de la Bellacasa

Violentadas las fronteras e ignorado el derecho internacional, resultaba en exceso condescendiente un debate previo sobre los porqués. 

Las tonalidades huyen siempre del monocromo, pero la emergencia humanitaria que viven los ucranianos, en situación de guerra y en combate abierto con las tropas rusas, hacía imprescindible una respuesta del Gobierno español sin demasiados frenos. No se trataba tanto de analizar los motivos que nos han llevado al desastre como de demostrar una urgente solidaridad que armase la necesidad de defensa propia en la que se encuentra Ucrania; un camino ya abierto por los socios comunitarios y de la OTAN que colocaba al Ejecutivo de Pedro Sánchez frente a una disyuntiva que en caso de equivocación habría orillado a España de la escena internacional. No existía alternativa. Ser socio de pleno derecho de la Alianza exige un posicionamiento acorde al ritmo marcado por el resto de los países. Por ello, y pese a las diferencias internas con Unidas Podemos, el envío de armas a la zona de conflicto, que se añade en progresión a las sanciones económicas, responde a una condición natural e ineludible que, de no producirse, habría apartado a España de la asunción de un mínimo papel internacional.

La decisión de enviar armas a Ucrania, que no personal militar, sitúa a España en el mismo nivel de compromiso que sus aliados naturales de la Unión Europea y la OTAN

Las relaciones diplomáticas, tal y como se nos está explicando desde Ucrania, atienden a la correcta ubicación de cada una de las piezas en el tablero internacional. Cada movimiento o la atribuida condición de no alineado en función de la oportunidad dictada por un Ejecutivo siempre arrastra consecuencias. La política nacional tolera las diferencias domésticas entre el PSOE y Unidas Podemos en el seno de un gobierno de coalición, pero en la escena internacional los aliados reclaman certezas. La tibieza inicialmente expresada por Sánchez, tornada en respaldo a lo acordado por los principales países europeos tras sumar el apoyo de Yolanda Díaz (algo que seguro le generará dificultades en su proyecto político personal), solo clarifica lo sabido: la vicepresidenta y Podemos no son lo mismo y la voz de los morados en el gobierno la ostentan las ministras Ione Belarra e Irene Montero.

Liberada la presión por la izquierda y marcadas las posturas, algo que beneficia tanto a Podemos como al PSOE, a Sánchez le queda la tarea de reconstrucción de las relaciones con Estados Unidos. Afortunadamente para el presidente, la senda está marcada y resulta sencilla de seguir. Alemania, con el canciller Scholz a la cabeza, ha optado por un histórico giro en su presupuesto nacional aprobando una inversión de 100.000 millones para mejorar su dotación militar. Un cambio emprendido por la socialdemocracia alemana que ampara buena parte de los pasos que puede dar Sánchez. España, que en junio próximo albergará la cumbre de la OTAN, cuenta con la oportunidad de recuperar una parte del crédito internacional perdido entre sus pares occidentales. La rotunda condena de la Asamblea de la ONU, el respaldo casi unánime del Parlamento Europeo en favor de las tesis ucranianas y hasta la ruptura de la tradicional neutralidad suiza permiten que la política exterior española se incorpore sin sobreactuaciones al grupo de países que asumen sin complejos su condición de miembros de la OTAN y de la Unión Europea.

Las relaciones internacionales exigen actuaciones difícilmente eludibles

La batalla que ahora se libra, que va mucho más allá del envío a Ucrania de armas, que no de personal militar, atiende a la toma en consideración política de un conflicto que tampoco parece que esté generando especiales contradicciones en la opinión pública. Lejos de aquellos mensajes del ‘No a la Guerra’ que se escucharon en la guerra de Iraq, en esta ocasión, en la que las consecuencias económicas no se han hecho esperar, resulta evidente que España debe atender prioritariamente a sus socios comunitarios, aquellos con los que comparte proyecto político y que son los mismos que han decidido que las fronteras de la Unión sean permeables para todos aquellos refugiados ucranianos que así lo requieran. 

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