Los tristes veinte

Los presentadores de los Premios Feroz, la humorista Paula Púa (d) y el director de cine Nacho Vigalondo (i)
Los tristes veinte
Javier Cebollada/EFE

Lo peor de ver ‘The Office’ es el deambular posterior por algo que te haga reír de la misma forma y por las mismas cosas.

La verdad es que desde que me zampé la serie, andaba buscando un plano que retratara a un personaje siendo él mismo en un momento de intimidad o una mirada a cámara que resumiera cinco sensaciones propias en una sola. Y no había suerte hasta que, hace unas semanas, descubrí a un condenado a muerte llamado ‘Los felices veinte’. Un ‘late night’ de Orange Televisión cancelado la semana pasada que, por fortuna, la cadena comparte en abierto a través de Youtube. Así que queda ahí una digna videoteca de este programa presentado por Nacho Vigalondo, que tenía como colaboradores principales a Aníbal Gómez y Paula Púa, y que les recomiendo disfruten desde su primer episodio.

Con una estética de coctelería ‘usada’ donde todo lo que puede pasar ya no será tan interesante como lo que ha ocurrido poco antes, Vigalondo y todo su equipo reinventan el formato de programa nocturno huyendo de la actualidad y apostando por la ficción como forma de conectar en cualquier momento con el espectador y su tiempo. Elevando además a puro placer el noble arte de que ni el invitado ni el presentador ni los colaboradores importen más que la risa. Y es que si en otros programas como ‘La Resistencia’ el error se incorpora al ‘show’, aquí el ‘show’ ya es directamente un error por no pretender serlo: una llave maestra para que todo quepa, para que todo sirva. Eso, en un tiempo donde la comedia se eleva a los tribunales o a la teoría casi científica, ayuda a relajarse entendido que lo más importante es saber contar las cosas. Con eso ganado, el programa se permite tirar al presentador por el suelo, encañonarlo con un megatrón para que salga despedido o tratarlo como un niño: la solvencia intelectual y sensible del equipo es tal, que Vigalondo y sus espadas saben recuperar rápido el tono para llevarte a un punto de partida casi inmediato, tierno y loco.

La pena personal de haberlo descubierto tan tarde la compenso con que me quedan semanas de ver sus programas; la colectiva, no poder permitirnos que proyectos así maduren y sobrevivan al menos en la televisión de pago. A mí me hacía sentirme bien: respetado e interesado; y no estaría mal que la televisión aspirara generalmente a ello.

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