Una negociación compleja
La dirección nacional del PP no quiere un gobierno de coalición con Vox en Castilla y León, sino que apuesta por que Fernández Mañueco busque un pacto con las candidaturas localistas (que tienen siete diputados) y después exija al partido de Abascal que se abstenga en la investidura.
Sin embargo, el candidato popular a la Junta no descarta nada, ni siquiera una coalición con la extrema derecha. Se trata de una negociación muy ardua para Mañueco, porque Abascal ya ha avisado de que quieren la vicepresidencia de la Junta. El PP se ha deshecho de Ciudadanos, pero ahora depende de Vox, que trata de imponerle sus condiciones y que resulta un compañero mucho más incómodo que el partido naranja.
Los resultados electorales en Castilla y León han situado al PP, a pesar de haber ganado en las urnas, en una situación complicada. Prueba de ello es la disparidad de criterios entre los protagonistas de la negociación: García Egea, secretario general del partido, carga contra los gobiernos de coalición mientras el candidato Mañueco deja abiertos todos los escenarios. Está claro que en Génova ven con miedo una alianza con Vox en Castilla y León que pueda poner en peligro las expectativas de Moreno Bonilla de revalidar la Junta de Andalucía, porque la entrada de la extrema derecha en el gobierno autonómico con sede en Valladolid podría movilizar a la izquierda.
Pablo Casado tiene que jugar sus bazas con extremo cuidado para no seguir fortaleciendo a Vox, como acaba de hacer al adelantar las elecciones castellanoleonesas. Es lógico, pues, que quiera explorar una vía alternativa con las fuerzas provinciales. Ahora bien, no lo tiene nada fácil porque siempre necesitará matemáticamente la aquiescencia de Abascal. Es, pues, una negociación compleja, pero que debe resolverse de manera satisfactoria. Los ciudadanos necesitan estabilidad para salir de la crisis pandémica.
